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Entrevista:

"La simulación por ordenador también tiene efectos ecológicos"

Los supercomputadores, máquinas con cientos de procesadores que trabajan al mismo tiempo, constituyen la tecnología informática más avanzada y, según explica el profesor Clemente Rodríguez, ofrecen grandes ventajas, incluidas las ecológicas. Rodríguez (Miranda de Ebro, 1957), catedrático de Arquitectura de Computadores en la Universidad del País Vasco, es codirector de las IX Jornadas de paralelismo celebradas la semana pasada en San Sebastián. Pregunta. ¿Los actuales soportes van a representar un límite tecnológico a la creación de supercomputadores cada vez más potentes? Respuesta. Sí, porque hay una componente física que limita el número de transistores que se pueden incluir en un chip y, por tanto, la velocidad de los procesadores. Con la tecnología que existe hoy en día, en diez años llegaremos al máximo de capacidad. P. ¿Los supercomputadores resuelven esta limitación haciendo funcionar de manera sincronizada, en paralelo, un número cada vez mayor de procesadores? R. En efecto, si un Pentium hace hoy 400 millones de operaciones por segundo, el mayor supercomputador existente, que ha sido financiado por el Gobierno de Estados Unidos, efectúa un billón de operaciones. El Intel ASCI Red utiliza 9.152 procesadores, cada uno con una base de datos específica. P. ¿Qué espacio físico ocupa ese supercomputador? R. Treinta metros cuadrados. P. ¿Qué aplicaciones tiene? R. Por ejemplo, mientras los franceses necesitan hacer explosiones nucleares en Mururoa para estudiar sus efectos, Estados Unidos lo ha hecho con este superordenador. La arquitectura informática también tiene ventajas ecológicas. El supercomputador es un acelerador de teoría y sirve tanto para diseñar alguna droga que combata el sida como para diseñar una máquina de afeitar. La firma Gillette ha invertido 100.000 millones de pesetas para comercializar una nueva hoja. P. La arquitectura informática también se aplica en la realidad virtual. R. La película Perdidos en el espacio tiene como uno de los promotores a Silicon Graphics (SGI), que es el principal vendedor mundial de ordenadores paralelos. Si se comparan los efectos especiales de esta película con los de filmes rodados hace un par de años, las mejoras son sustanciales, porque están hechas con procesadores en paralelo. P. ¿Cuál es el objetivo a medio plazo que persiguen los constructores de supercomputadores? R. Por ejemplo, crear una simulación completa del funcionamiento de un avión. Un ingeniero espacial sabe modelar el avión, pero ¿cómo se va a comportar? Porque las ecuaciones son tan complejas de manejar que no se pueden hacer respecto a todo el avión. Cuando se empezaron a estrellar aviones Boeing se comprobó que era por problemas del fuselaje, que no se habían diseñado en el todo integrado que es un avión. P. ¿Los procesadores paralelos facilitan que el simulacro se aproxime cada vez más a la realidad? R. Ése es el interés, aunque no hay que olvidar que lo importante es el talento. El supercomputador es muy útil pero hay que saber qué datos hay que meter y qué es lo que hay que hacer. La máquina es tonta, sabe simular siempre y cuando alguien le ponga el modelo. Si el programador tiene suficiente astucia, se puede persuadir a un computador para que imite muchas cosas que no es: desde una explosión nuclear al estómago de una vaca P. El único supercomputador que había en el País Vasco ya no funciona. ¿Que ocurrió? R. El Gobierno vasco potenció un centro de supercomputación en Zamudio hace unos años, donde se instaló una máquina vectorial. Ocurrió que no hubo respaldo por parte de las empresas para utilizarlo. La inversión que se hizo había que prolongarla con un mantenimiento que equivale más o menos al 10% del coste inicial, es decir, 10 o 20 millones de pesetas. No salió rentable. P. ¿Cuántas máquinas existen en España? R. Del Top 500, que emplea 500 ordenadores, existen máquinas en el Centro de Investigaciones Energéticas Medioambientales y Tecnológicas, el Inem, el Centro de Paralelismo de Barcelona, la Universidad de Valencia y el Centro de Supercomputación de Cataluña.

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