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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Schröder avanza

HELMUT KOHL anunció hace cuatro años, antes de volver a ganar las elecciones federales, que en 1998 dejaría de ser canciller federal. Aunque entonces estaba anticipando que no se iba a presentar a estos comicios, empieza a ser cada vez más probable que su profecía se cumpla, muy a pesar suyo, el próximo 27 de septiembre. Kohl tiene asegurado un sitio principal en los libros de historia, pero según avanza la campaña parece cada vez más difícil que pueda superar la desventaja con la que inició esta carrera electoral.El debate del pasado jueves en el Bundestag, última ocasión para un enfrentamiento público entre los dos candidatos a la cancillería, reforzó la impresión, ya evidente incluso para sus más leales defensores, de que el discurso de Kohl, nervioso y reiterativo, está ya tan agotado como la capacidad de la propia CDU de presentar una opción electoral sólida y unida frente a un rival como Schröder, que se ha crecido y que tiene tras de sí un SPD unido como no lo había estado en décadas.

Kohl empieza a mostrar indicios de inseguridad. No de otra forma se puede interpretar su obcecación por centrarse en dicho debate en sus éxitos internacionales y en las supuestas amenazas que para Alemania podrían derivarse de la crisis rusa en caso de no que no sea reelegido como canciller. Los ciudadanos demandan sobre todo en esta campaña soluciones a los problemas internos de Alemania. Todos los intentos de Kohl por presentarse ante los electores como el gran líder político internacional, que sin duda ha sido, son interpretados como una incapacidad para abordar los problemas reales que obsesionan a los alemanes: el paro, la estabilidad económica, la industria o los impuestos. Schröder, por su parte, está demostrando que, si bien se cuida mucho de hacer ofertas valientes u originales, es un político que sabe evitar errores. En las últimas semanas ha fortalecido su imagen como líder moderado y seguro. Pero además cuenta con un partido que, después de su larga travesía por el desierto de la oposición en el Parlamento federal, demuestra que ha recuperado su voluntad de poder. Aunque son aún casi un 30% los alemanes que declaran no haber decidido su voto, y Kohl siempre ha sido un maestro de la supervivencia y de la captación del voto indeciso.

Los Verdes, encabezados por su mejor baza, Joschka Fischer, parecen ahora capaces de superar la crisis abierta por las peregrinas propuestas "anticapitalistas" de sus dirigentes más radicales. Pueden dotar a Schröder de una mayoría para poner fin a 17 años de gobierno de democristianos y liberales. No puede excluirse, sin embargo, que al final, y por una dispersión de votos hacia los extremos, especialmente hacia la derecha neonazi y la izquierda comunista del PDS en la antigua Alemania del Este, la única solución viable acabe siendo una gran coalición entre socialistas y democristianos. Esta salida tiene sus ventajas a la hora de aplicar las grandes reformas que Alemania necesita, pero a medio plazo podría beneficiar a los extremistas antisistema, que aparecerían como la única oposición a ese Gobierno de gran coalición.

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