Un respeto al marcador
La Real Sociedad y el Oviedo igualaron en errores y aciertos en Anoeta
El fútbol contemplativo tiene estas servidumbres. Abusar del conformismo y la mansedumbre produce escozores y pasa factura en el tanteador. La Real Sociedad y el Oviedo se ningunearon el uno al otro sin reparar en las armas que traía el adversario. Sin lucimientos de ninguna clase, acertaron con seis goles que son un espejismo. El partido tuvo encefalograma plano y pálpitos como temblores, un chollo para la ciencia médica.Empezó la disputa sin ritmo ni llegada, un toma y daca impropio de la importancia de la cita. Con la galbana bien pertrechada, la Real tonteó demasiado con sus posibilidades, y lo pagó. Otro tanto le pudo ocurrir al Oviedo. Los asturianos, que en los albores se dedicaron solamente a tapar bien todas las salidas peligrosas de la Real, porfió por un balón que viajaba como un sonámbulo por la defensa realista. La línea de medios del Oviedo se obstinó por aquel balón sin otro ánimo que el de molestar a Loren. Robarle el cuero, apropiarse de él para dejarlo en bandeja a Dubovski aconteció en un suspiro.
Continuó el pasatiempo pese al signo del marcador. La Real lanzó dos faltas desde el borde del área y marcó en la segunda. Sólo podía ser de esta forma mientras el Oviedo mantuviera una estrategia oclusiva. La banda derecha del Oviedo estuvo perfectamente remachada por Manel, Iván Iglesias y los auxilios de Bango.
Fernando Vázquez empleó una teoría sabia para tentar a la fortuna: posicionó al equipo en el campo con un cálculo geométrico, exigió ayudas constantes y dejó que usaran el talento con el balón en su poder. La Real fue cautiva de su incapacidad para comprender el argumento del partido y de las dificultades que encontró cuando buscaba soluciones en ataque. Por no hablar de las concesiones defensivas, merced a las cuales llegó el gol de Dely Valdés, un error achacable a la desidia de los centrales y la complicidad de los laterales.
Krauss improvisó demasiado con Guerrero, cuya polivalencia no alcanza todavía para destacar como volante derecho. Se percató de ello en el intermedio y le buscó acomodo como lateral. Como su equipo estaba utilizando la mitad de su cerebro, y de forma deficiente, el alemán se animó a convulsionar el choque con la apuesta del joven Aldeondo, un delantero con un desparpajo descomunal, veloz y escurridizo con el esférico, y un poquitín inmaduro en el remate.
Saltó al campo Aldeondo y sacudió la sordina futbolística que flotaba en Anoeta. Hizo una arrancada, forzó un córner y su equipo se encontró con el empate.
Para el Oviedo no cambió nada el asunto. La Real sudó por mantener el partido con muchas pulsaciones. Sin embargo, la misma suerte que le faltó a la Real para la victoria le sobró al Oviedo para el empate con un disparo de Manel que tropezó en Aldeondo y se coló en la portería.
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