Victoria es nombre de mujer
"Historia. Somos historia", dice eufórico Manuel Hernández Navarrete, el entrenador del Atlético Málaga. "Esto no lo ha hecho nadie en el fútbol español". Y ya puede estar orgulloso, porque su equipo ha ganado la Liga, la Copa de la Reina y la Supercopa, todo de un tirón, y sin fichajes millonarios, ni contratos blindados, ni primas. Sólo jugando por amor al fútbol. Llegar a este punto no ha sido nada fácil. En el partido de ida, en Pamplona, el Lagunak marcó cuatro goles, y el Málaga, tres. "Fue duro", recuerda Alicia Fuentes, "porque ellas achuchaban mucho, le echaban corazón y daban muy fuerte". Y el partido de vuelta, la verdadera final de la Supercopa, se disputó ayer en el anexo del estadio de La Rosaleda y terminó con un resultado de 1-0. Este anexo es un campo pequeño y humilde, que carece de taquillas, graderíos o tribunas, y que está rodeado por una tapia baja que deja escapar muchos pelotazos. Público Cuando se puso el balón en movimiento, poco después de las 12.00, las autoridades ocupaban un estrado precario, como de picnic, cubierto por tres sombrillas de playa. Los espectadores más madrugadores se habían asegurado un puesto en un banquito estrecho e incómodo y un metro cuadrado de sombra que fue retrocediendo inexorablemente a medida que avanzaba la tarde. Y los demás, más de 200 malagueños apasionados por el fútbol, que habían pagado 300 pesetas por su localidad, tuvieron que presenciar el juego de pie, a pleno sol, y sin agua ni refrescos, porque el chiringuito del campo se quedó sin existencias en pocos minutos. "Es que nunca había venido tanta gente", explicaban cariacontecidos los habituales de la barra, viendo cómo se esfumaba un negocio redondo. Aún así los aficionados, sin dejarse amilanar por el calor y por el peligro de deshidratación, animaron al Atlético gritando, cantando, bailando y dando golpes de bombo. Con el árbitro, un hombre solo entre 22 mujeres, estuvieron algo menos afectuosos. Fue un encuentro cargado de nervios, brusco y tenso. El Atlético Málaga dominó 4siempre y mantuvo un cerco férreo sobre la puerta del Lagunak, que desplegó más fortaleza física pero menos habilidad técnica que su rival. Estrella, la brillante guardameta malagueña, tuvo pocas oportunidades para intervenir; mientras, al otro lado del campo, la navarra Estichu estaba sobrecargada de trabajo y no daba avío. El gol lo metió Auxi, una delantera rápida y oportuna que representará a la provincia de Málaga en la selección española. Auxi se pasó hora y media corriendo como un gamo banda arriba, banda abajo y en el minuto 48 del primer tiempo recibió un pase en profundidad de Alicia, disparó fuerte y cruzó el balón por el lado izquierdo de la portería. Y entonces el campo se vino abajo. El gol del triunfo Éste fue el gol de la victoria; el que, una vez finalizado el partido, puso una copa plateada en manos del equipo, que saltaba coreando "Campeonas, campeonas"; el que impulsó a los aficionados a caer en tromba sobre el césped esgrimiendo banderas y bufandas blanquiazules, a rodear a las jugadoras y asegurarles que las seguían desde pequeñas y que este triunfo se veía venir; el mismo que llevó a que las chicas cogieran a Manuel Hernández Navarrete en volandas y lo hiciesen saltar por el aire a modo de sentido homenaje, mientras él se reía pacíficamente; en fin, el gol que transportó al Atlético Málaga al olimpo del fútbol y lo dejó en una situación en la que no hay nada más que pedir. ¿Cómo comenzar la nueva temporada sabiendo que ya se tocó techo? "Pues repitiendo", sonríe Alicia, "a ver si el año que viene ganamos otra vez los tres trofeos". El entrenador se muestra más comedido: "Vamos a empezar desde cero, como siempre, y, claro, aspiramos a obtener títulos y a jugar de nuevo esta final el año próximo". Mientras, las navarras dejan el campo en silencio y se suben al autobús que las devolverá a casa, subcampeonas pero vencidas.
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