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Guardianes

María Fabra

El otro lado de la playa, donde no es el mar el que pone límites a la presencia humana, aparece poblado de verde vegetación. La lógica necesidad de sombras en los campings ha procurado un paisaje, compuesto en su mayoría por pinos, difícil de encontrar en un lugar tan cercano a la costa. Pero además de éstos, existe otra vegetación, compuesta por huertos de almendros, naranjos e higueras alineados ordenadamente, que los campistas se encargan de guardar con el fin de que las acusaciones de frutos perdidos no caigan sobre ellos. En los márgenes de los caminos, los matorrales dan un aspecto salvaje a Torre La Sal.

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