Yeltsin anuncia que no dimite en un intento de frenar la crisis rusa

"No se me puede quitar de en medio. No me iré a ninguna parte. No dimitiré". El presidente ruso, Borís Yeltsin, se asomó ayer a las pantallas de sus conciudadanos para desmentir con estas palabras los rumores que le situaban lejos de todas las quinielas políticas que, en estos días de hecatombe financiera e intrigas, se hacen en el Kremlin. Y por fin pronunció las palabras mágicas que todas las familias políticas querían escuchar: "En el año 2000 habrá elecciones a un nuevo presidente y yo no participaré en ellas".

Los rumores sobre la dimisión de Yeltsin acompañaban hasta ayer a las peores noticias financieras que conocen los rusos desde hace siete años, en el fin de la era Gorbachov. El presidente ruso, de 67 años, con la salud quebrada, regresó a su despacho del Kremlin desde su dacha para grabar una entrevista por televisión y reunirse con su primer ministro, Víktor Chernomirdin; con el alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, y con el presidente del Consejo de la Federación (Cámara alta), Yegor Stróyev. "Éstos han dado su apoyo a la candidatura de Chernomirdin. Si ellos le apoyan, se puede decir que muchos le apoyarán", aseguró en la entrevista. Chernomirdin es el hombre elegido por Yeltsin para su sucesión. Ayer se aseguró también el apoyo del general Alexandr Lébed, otro personaje clave en la ecuación rusa. El presidente de EEUU, Bill Clinton, pidió a los rusos que sean "fuertes y disciplinados" para llevar a cabo las reformas que necesita el país y les aseguró su respaldo "para salir de esta noche oscura". El embajador estadounidense en Rusia, James Collins, se reunió ayer con el jefe del Partido Comunista Ruso, Guennadi Ziugánov. Reino Unido, Alemania, Francia e Italia y EEUU han solicitado a Moscú el cumplimiento de las reformas, que un proyecto de la Duma, dominada por los comunistas, ha puesto en cuestión.