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Jornada de nervios

No hay plazos para arreglar los problemas pendientes, pero a medida que pasa el tiempo sin que aparezcan soluciones los mercados -los inversores- se ponen más nerviosos. Las convulsiones de esta última sesión pueden tener explicaciones infinitas, sobre todo a posteriori, pero no tienen efecto beneficioso alguno, por lo que están contribuyendo a aumentar la tensión.

Las noticias que llegaban de Rusia y el silencio que siguió a la nueva caída de la Bolsa de Tokio, unidas al espectacular recorte de Wall Street en la jornada del pasado jueves, obligaron a los inversores europeos a realizar una apertura, en la que parecían imitar a los ciudadanos rusos en su intento de cambiar un papel casi inútil por algo más válido.

El primer dato de la bolsa española ofreció un recorte del 7,70%, medido a través del índice general de Madrid, poniendo en peligro el nivel del 700%, es decir, que la bolsa volvía a los niveles de los primeros días de febrero. Después, y ante la capacidad de absorción que volvió a mostrar el mercado, se produjo un movimiento de recuperación común a todas las bolsas europeas. Las primeras noticias sobre la apertura de Nueva York consiguieron anular las pérdidas, pero aquel mercado también tiene ajustes que efectuar y los vaivenes se repitieron a un nivel más amplio.

La desconfianza de los inversores también afectó al mercado de deuda, en el que se prodigaron las retiradas de beneficios. Este mercado está prácticamente reservado a la inversión institucional, que es la que está moviendo el dinero para limitar el efecto de la crisis en sus carteras. La rentabilidad subió hasta el 4,65% y el diferencial con la deuda alemana terminaba la sesión en 0,46 puntos, tan sólo cuatro por debajo del nivel máximo del año.

La bolsa ha contabilizado su sexta semana consecutiva con pérdidas. En esta ocasión el descenso es del 10,86% pero desde el pasado día 17 de julio, cuando la bolsa llegó al punto más alto de su historia, la caída es de 204 puntos, el 21,56%.

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