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FÚTBOL SUPERCOPA

Poyet da la puntilla al Madrid

Santiago Segurola

Poyet hizo de Poyet y acabó con el Madrid. Lo hizo con un tiro cruzado desde la frontal del área, favorecido por el estado contemplativo de la defensa del Madrid. Con ese tiro y poco más, el Chelsea se llevó la Supercopa. El Madrid perdió cotización tras levantar buenas expectativas en la pretemporada. Todo funcionó mal: el ataque, la defensa, la estructura general y los jugadores, con la excepción de Hierro.El partido habló muy mal del papel de la UEFA como garante del fútbol. La Supercopa jamás podrá alcanzar prestigio alguno si su organizador no hace nada por prestigiarla. No se puede jugar en una huerta infame. La UEFA, como casi todas los organismos que deberían ocuparse de cuidar el fútbol, sólo está en este negocio por la pasta, como diría Frank Zappa. El Chelsea añadió otro factor de dificultad: el virus italiano.

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Durante el primer tiempo, el Chelsea fue una suma de centrales (Leboeuf, Duberry, Desailly, éste convertido en centrocampista), laterales (Ferrer, Lesaux, Babayaro), medios defensivos (Di Matteo y Wise) y dos presuntos delanteros -Zola y Casiraghi- que hicieron el "maquis" frente a los defensores madridistas. Sólo el ofuscamiento del Madrid en el segundo tiempo procuró a los ingleses un poco de entusiasmo, de juego y el gol.

El Madrid jugó mal y no es descartable que pagara la factura del estado del terreno. Pero también fue objeto de sus desajustes. El primero pasa por la descompensación entre las dos alas. La izquierda decepcionó; la derecha no existió. La diferencia estriba en las posibilidades que se observan en Roberto Carlos, Savio y la querencia de Redondo por ese lado y las dificultades extremas de Karembeu y Panucci, dos jugadores de complemento en el mejor de los casos. Panucci va por libre. Sigue el manual de Capello y mete un pelotazo recto cada vez que tiene el balón. Pelotazo que no sirve para nada: o golpea el culo del marcador o queda fetén para los centrales. Con Panucci se crea una cortocircuito. Con Karembeu también. Al menos como interior derecha. Es un atleta con poco fútbol, sin imaginación ni recursos. Quizá sirva para ciertos trabajos poco agradecidos, pero su influencia en el juego de ataque es inexistente.

La banda derecha está tan corta de juego que el Madrid se vuelve demasiado predecible. Su única vía es la izquierda, pero ni Savio ni Roberto Carlos funcionaron ante el Chelsea. Se vieron taponados por el amplio despliegue defensivo del equipo inglés. Savio no pudo hacer un mano a mano con Ferrer en todo el encuentro. Roberto Carlos no tuvo incidencia en sus carreras. De esta manera comenzaron a encadenarse los problemas: sin ala derecha y con la izquierda averiada, el Madrid cayó primero en la banalidad y después en el descontrol. Defensivamente también se observaron carencias. El equipo no se organizó para el quite, se produjo la típica fractura entre los centrocampistas y los defensores (como en los tiempos de Heynckes) y se terminó por depender del talento de cada cual. En realidad, el Madrid dependió en el aspecto defensivo de la categoría de Hierro.

Hubo un tiro al palo de Hierro y algún apunte de Mijatovic. El Chelsea no fue nadie durante todo el primer tiempo. En el segundo mejoró porque encontró espacios y sobre todo encontró a Zola. El Madrid también ayudó en la escalada del equipo inglés. En el segundo tiempo interpretó mal el fútbol en todos los aspectos: no atacó, no defendió, no hizo nada decente.

Lo más sospechoso fue la falta de estructura defensiva. La desorganización terminó en rotura, con vías de aguas en todos los frentes. El Chelsea lo aprovechó sin más. No hizo nada especialmente atractivo: se acordó de Zola, que encontró tiempo y espacio en casi todas las jugadas que protagonizó en el segundo tiempo. En una de ellas cedió la pelota a Poyet, que marcó.

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