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Reportaje:

El 'Gran Premio' de Arganda

El litoral madrileño tiene poco que envidiar a la costa de verdad. En la región es posible disfrutar de todo lo que se practica en la playa. O mejor dicho, de todos los deportes que se realizan sobre la superficie del mar, no bajo ella. Salvo el buceo o la pesca submarina, en Madrid se puede navegar en un velero, hacer windsurf, piragüismo y hasta montar en motos de agua. Y si no, que se lo pregunten a los jinetes acuáticos, aficionados que encuentran uno de sus mayores estímulos a lomos de una moto de agua. Son capaces de cabalgar a una velocidad que puede alcanzar los 90 kilómetros por hora. O sea, 42 nudos, en términos marineros.Una laguna de Arganda del Rey dispone del único circuito de motos de agua de la región. En verano, cada día organiza su propio Gran Premio. Además, la laguna está provista, este verano por primera vez, de un chiringuito sombreado que ofrece una carta especializada en arroces y una pequeña área recreativa para niños. En definitiva, se trata de un lugar de riesgo controlado, en el que se puede pasar una jornada de playa en pleno interior.

En eso estaban José Rodríguez, de 26 años, y su amigo Manuel Vázquez, de 21, el lunes pasado. Ambos trabajan como camareros en un bar de copas de Arganda y competían entre sí sobre sendas motos de agua alquiladas en la laguna. Tras su competición particular, se confesaron devotos de la velocidad. "No es difícil montar estas motos, aunque, si se va a lo loco, es fácil darse un buen chapuzón", afirmaron. Pero los pilotos van protegidos con un chaleco salvavidas de uso obligatorio especialmente diseñado para proteger de los golpes contra el agua. "El chaleco aguanta un impacto de una fuerza que no pase de los 50 newtons", señaló Pedro Díaz, uno de los dos socios copropietarios del Jets Madrid Club de Arganda (teléfono 91870 34 47), que alquila los vehículos acuáticos.

La flota del club está compuesta por cuatro motos de agua y una lancha hinchable. Las motos de agua cuestan un millón y medio de pesetas. Llevan un motor de 800 centímetros cúbicos con 85 caballos de potencia. Alcanzan una velocidad punta de 90 kilómetros por hora. Son vehículos biplaza. "A pesar de su gran velocidad, tienen una gran estabilidad, mucho mayor que las de un solo asiento", señala Díaz.

Para evitar cualquier desgracia, estos vehículos acuáticos van provistos de un sistema especial de seguridad: la hélice es interior, va instalada dentro del motor y nunca asoma al agua. "Así es imposible que provoquen esos cortes tan horribles a la gente", asegura Díaz.

Las motos de agua de la última generación, de las que hay en Arganda, incorporan un añadido técnico que hace que el motor se apague cuando el piloto se cae al agua. Antes, los vehículos carecían de este sistema y seguían en marcha, alejándose del náufrago. Dar un viaje, de unos quince minutos de duración, en moto de agua cuesta 3.000 pesetas en la laguna de Arganda.

El socio de Díaz es José Luis Álvarez, un fanático de los rallies París-Dakar, en los que ha participado en diversas ocasiones. Álvarez calcula que la llamada laguna de las motos se extiende sobre "una superficie de 55.000 metros cuadrados". "El agua siempre está limpia porque brota de un inmenso mar subterráneo que recorre el subsuelo del suroeste de la región y está removido por corrientes continuas", señaló.

Para recuperar fuerzas, después de gastarlas sobre el manillar de una moto de agua, los aficionados pueden darse un chapuzón en las aguas claras, o degustar una paella costera.

Casi nada para una región sin playa.

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