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El imposible silencio de las aulas

No es posible el silencio, la pausa, en la sociedad de la información. Los alumnos y, consiguientemente, los profesores se sienten incapaces de mantener un espacio de silencio, de asimilar el ritmo lento del proceso educativo, del esfuerzo que supone la reflexión. El Instituto de Tecnoética de la Fundación Epson, que "se mueve en la estrecha franja en la que se encuentran la tecnología y el humanismo" -según su director, Josep Maria Esquirol-, ha reunido en Barcelona a una serie de expertos sobre enseñanza bajo el lema Horitzons de l"educació para que durante tres días reflexionen sobre las perspectivas de futuro de la educación en Cataluña. La primera jornada estuvo dedicada a los efectos de las nuevas tecnologías en el campo de la enseñanza. "Los alumnos demandan información continuamente y no aceptan el silencio como elemento de reflexión", explicó Esquirol resumiendo las conclusiones a las que habían llegado los expertos reunidos ayer por la mañana en el Museo de Historia de Cataluña: Mercè Gisbert, profesora de la Universidad Rovira i Virgili; Frank Achtenhagen, de Gotinga (Alemania); María Jesús Buxó, de la Universidad de Barcelona; Antoni Maria Güell, de Esade, y Emili Teixidor, escritor y periodista. Lo primero que han hecho estos expertos ha sido deshacer algunos tópicos. El más importante, el que pretende que la educación se ha de adaptar a las exigencias de la sociedad. El planteamiento, según Esquirol, "debería ser preguntarnos primero ¿qué sociedad queremos?, y sólo entonces decidir qué tipo de educación vamos a dar". La sociedad es interactiva, recuerdan los ponentes, por lo que la propia educación incide en la sociedad. El profesor Achtenhagen, especialista en sistemas educativos que ha estudiado a fondo los sistemas suizo, sueco, norteamericano y alemán, sostuvo que la educación se ha de adaptar a la realidad que plantea el alud de informaciones a las que estamos expuestos. "No podemos permitir que haya tantos conocimientos que se conviertan en inertes y que no se puedan aprovechar". Achtenhagen, Buxó y Teixidó apuntan que habría que potenciar una educación universitaria más multidisciplinaria, estimular las técnicas de análisis comparativo, y educar en el sentido de saber discernir entre toda la información que recibimos qué parte de ella es relevante y cuál no. Los ponentes se mostraron de acuerdo en que las nuevas tecnologías romperán los modelos educativos actuales, porque no son los nuevos medios los que dificultan el aprendizaje, sino los métodos de enseñanza que deben adaptarse. Pero no se trata de glorificar la tecnología como solución para todo. Todos los expertos antes citados coincidieron en que sólo combinando las nuevas tecnologías con la pedagogía tradicional se puede contribuir a una mejora de la enseñanza, siempre que se tengan claros los objetivos pedagógicos. A juicio de Esquirol, las nuevas tecnologías son "herramientas de comunicación válidas siempre y cuando se definan primero los objetivos y, a partir de aquí, se concreten las tecnologías que se necesitan". La adquisición de tecnología por los centros educativos, aseguran los expertos, roza a veces el ridículo, porque "en ocasiones se compran instrumentos que luego resultan poco útiles o a los que, en todo caso, no se les sabe extraer el rendimiento adecuado. No se trata de que en las escuelas, en las empresas o en las familias deba estarse multiplicando de manera acrítica los ordenadores y otros instrumentos de nuevas tecnologías. Las nuevas tecnologías son muy importantes, pero hay que valorar la capacidad de utilizarlas". La jornada de hoy versará sobre la familia, el papel de los padres en la formación de los hijos y su implicación en las tareas educativas. Un debate para el que se cuenta con Jean Michel Djian, director de Le Monde de l"Éducation de la Culture et de la Formation.

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