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Entrevista:

"Me han tratado desde Convergència como nunca lo ha hecho ni la oposición"

Enric Company

Hablar de la sucesión de Jordi Pujol es poco menos que un tabú en CiU. A Josep Antoni Duran Lleida no le gusta hacerlo. Pero este verano no le toca más remedio que agarrar el toro por los cuernos.Pregunta. ¿La Declaración de Barcelona firmada por CiU, PNV y BNG es un intento de hacerse perdonar la colaboración con el PP por sus electores más nacionalistas?

Respuesta. No. Estas tres fuerzas tenemos algo en común: a las tres nos gustaría que España evolucionara en el reconocimiento de su diversidad nacional, cultural y lingüística. La declaración no es más que una manifestación articulada de ese deseo. Pero ha provocado unas reacciones desorbitadas e injustificadas por parte de los que se creen guardianes eternos de la Constitución. P. El revuelo procede de que se hayan puesto de acuerdo para transformar España en una confederación ¿Eso le sorprende?

R. Si se lee la declaración atentamente, se ve que lo que hay es una apelación a crear en la sociedad española una consciencia en favor del reconocimiento de la pluralidad nacional. Nada más. Lo otro no es más que un documento de trabajo, que no está cerrado todavía, y en el que ha salido el término confederación. Éste es un concepto que figura en los documentos fundacionales de Unió, de 1931. Es decir, nada nuevo. No hay una pretensión de decir: vamos a reformar la Constitución y el Estado de las Autonomías y vamos a hacer un Estado confederado. No. Es un horizonte confederado a partir del reconocimiento de que con la Constitución presente podríamos ir evolucionando hacia contenidos que nos permitan esa lectura.

P. José Borrell ha dicho que es una patada a la Constitución y, en cambio, a Pasqual Maragall no le parece mal. ¿Cuál de los dos ha leído bien la declaración? R . La reacción más desorbitada ha sido la de Borrell. Maragall hace equilibrios. Está entre reconocer que el PSC no puede negar que España es plurinacional y un Borrell que manifiesta ese jacobinismo irredento que en su día el señor Almunia le recordó. Lo que pasa es que, no nos engañemos, el líder real del socialismo catalán es Borrell. Lo demás son virtualidades.

P. ¿Será usted el número dos de Pujol en las próximas elecciones autonómicas?

R. Sobre este asunto no hay una posición oficial ni por parte de Convergència ni de mi partido, Unió. Tengo la impresión de que hay un grave error de percepción. Hay un determinado grupo de dirigentes de Convergència que interpretan la propuesta de que yo vaya de número dos en las próximas listas al Parlament como un cálculo para el mañana. Piensan en una nueva etapa, que yo creo que queda lejos, en la que el presidente Pujol no estará en activo. Esto es un error.

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P. ¿Por qué?

R. Porque esa propuesta, que yo no comparto del todo, no se hace pensando en el pasado mañana, sino en el hoy. Se hace pensando en que CiU lleva 18 años de gobierno en Cataluña y que quizá podemos tener alguna dificultad en las próximas elecciones. También en que, en cualquier caso, después de 18 años de gobierno, conviene sumar cuantos más activos mejor. Aquí hay gente que cree que yo puedo representar un activo, y que, por lo tanto, sería positivo sumarlo.

P. ¿Y usted no comparte del todo este criterio?

R. Yo creo que éste no es un debate entre personas. Creo que nosotros tenemos unos grandes activos políticos. Durante 18 años hemos gobernado en Cataluña y hemos contribuido de manera notoria, como nadie, a la transformación de una España muy hundida -en toda una historia caduca y decadente- a una España moderna que se incorpora a Europa. Ahora bien, en 18 años también se cometen errores; y obviamente tienen su peso. Por lo tanto, tenemos que ser capaces de hablar no sólo del pasado, sino también del futuro, e ilusionar a nuestros electores. Para mí eso no pasa por nombres, ni porque yo vaya en una lista, sino por contenidos. Lo que me interesa es que haya un revulsivo; y eso es lo que quiero debatir. P. ¿En qué revulsivos piensa?

R. Pues, por ejemplo, en una ley electoral catalana que permita una mejor sintonía entre el pueblo y los diputados. Me interesa discutir sobre los contenidos de la educación, sobre la educación como objetivo político fundamental de CiU.

P. Pero, ¿quiere o no ir como segundo en la lista de Pujol?

R. Haré lo que el partido considere que debo hacer. Pero, insisto, eso es lo de menos en este debate. Lo importante es que ha habido una expresión legítima de Unió y eso ha producido unas respuestas completamente inaceptables de dirigentes de Convergència. Me han tratado estos días desde Convergència como nunca me habían tratado desde la oposición. Las cosas no serán nunca en el futuro como han sido en el pasado porque esto deja huella.

P. Dice que no quiere hablar del pasado mañana, pero Pujol no es eterno. ¿No hay que preparar el pasado mañana?

R. Pujol está muy bien de salud e intelectualmente. Hay muchos dirigentes políticos en Europa que han comenzado sus mandatos a edades más avanzadas que la suya. Otra cosa es que, evidentemente, Pujol no es eterno y que algún día habrá que pensar en ello; es necesario ir haciéndolo. Pero, hoy por hoy, tenemos un candidato y eso no es un problema que tenga que preocuparnos. Mucho menos de manera pública.

P. ¿No les preocupa que, mientras tanto, Maragall se plantee levantar una alternativa no exclusivamente de izquierdas sino también de centro, compitiendo en ese espacio político en el que ustedes pueden tener problemas tras 18 años de Gobierno?

R. No hay fuerza política que pretenda ganar las elecciones y no se vea obligada a presentar un proyecto centrado, centrista. Tony Blair llevó al laborismo británico al Gobierno porque formuló un programa con ideas nuevas y profundamente centrista. Maragall y el PSC tienen que hacerlo también si quieren ganar las elecciones. Ésta es una de las razones por las cuales Maragall no puede hacer un Olivo de izquierdas. También una de las razones por las que tiene problemas con nosotros. Porque si Maragall quiere hacer el discurso de Blair, estará haciendo el discurso que en Cataluña hacemos nosotros. P. ¿No late bajo este debate del número dos una preocupación por si CiU baja en las próximas elecciones y se ve obligada a un Gobierno de coalición?

R. Confiamos en ganarlas y en formar Gobierno de nuevo. No nos da miedo Maragall. Lo único que nos da miedo son nuestras propias debilidades. El único adversario que puede tener CiU es la propia coalición. Por lo tanto, no podemos, hoy por hoy, contemplar la hipótesis de compartir el Gobierno.

P. Ustedes habían expresado su disgusto con el anterior portavoz del Gobierno. ¿Esperaban que el sustituto de Miguel À. Rodríguez fuera Josep Piqué?

R. Rodríguez, que tendría su lado positivo, tuvo sobre todo dos grandes defectos: uno, instigar permanentemente a la oposición desde la tribuna del Consejo de Ministros; y dos, provocar discusiones importantes con los socios del Gobierno, es decir, con nosotros. Es obvio que Piqué tiene otra forma de hacer y deseamos que su etapa sea distinta, tanto para con nosotros como para con la oposición.

P. ¿Cree que en Cataluña Piqué puede hacer más atractivo al PP, precisamente en los segmentos de opinión que basculan entre CiU y PP?

R. Si decide encabezar la candidatura del PP en Cataluña, tendrá todo mi respeto personal; pero yo no temo más o menos al PP como rival en Cataluña en función del señor Piqué. El PP tiene un proyecto, distante del nuestro y eso es lo que cuenta. No veo que tenga la intención de cambiarlo en Cataluña. La llegada del señor Piqué sería un hecho accesorio.

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