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Reportaje:

Sinfonía de talentos venezolanos

Siendo un mocoso, el primer trompeta de la Orquesta Sinfónica Juvenil del Estado de Anzoátegui, en Venezuela, Juan Carlos Moyeja, entró por casualidad en una de las escuelas surgidas a raíz del movimiento sociomusical que José Antonio Abreu empezó a extender por el país hace unos 25 años. A pesar de no tener plaza asignada, ni instrumento, le dejaron asistir a las clases como oyente. Al cabo de unos días, se hizo con una boquilla olvidada que sopló con tesón. Con su inquebrantable fidelidad a las lecciones, se ganó el uso de una vetusta trompeta agujereada y con los pistones atascados. La parcheó, la engrasó y supo sacarle música. Con los años ha llegado a convertirse en el mejor trompeta de Venezuela. Su caso es comparable al de muchos de sus compañeros de orquesta, quienes, desde la más tierna infancia, han moldeado con esfuerzo y disciplina sus cualidades innatas para la música. Los frutos de esta dedicación se recogen ahora en las magníficas orquestas infantiles y juveniles que proliferan por todo el país, sin parangón en otras experiencias europeas. Rosa Banús, coordinadora nacional del movimiento venezolano de las orquestas, nació en Salt (Gironès), pero debió emprender el camino del exilio siendo muy niña. El proyecto utópico en el que se embarcó hace unos años ha tomado una considerable envergadura social y cultural. A lo largo de su singladura, se han consolidando excelentes orquestas en todos los Estados y se han ofrecido centenares de becas y licenciaturas musicales a adolescentes sin recursos. La idea está cuajando en todo el continente americano. Las orquestas han creado su propio público y los sectores sociales más desfavorecidos han podido subirse al carro de la cultura y el progreso gracias a las habilidades musicales de sus hijos. Mientras que el aprendizaje musical en la opulenta Europa pasa por el tópico de unos padres que obligan a tomar clases musicales a un niño que aporrea con desgana un piano recién estrenado, en Venezuela han sido los pequeños intérpretes los que han tenido que imponer su vocación irrenunciable a unos padres con escasos recursos. Con los años, la enorme popularidad de las orquestas ha instaurando en las familias el orgullo de tener un hijo concertista. Sistema antiacadémico Antoine Duhamel, director de la formación, elogia las virtudes del antiacademicista sistema musical venezolano, en el que se prima el concepto orquestal por encima de los particularismos. "Se les da [a los niños] el instrumento desde el primer día y se les introduce en el grupo. Sólo en Venezuela se puede encontrar un concertista de 20 años con 15 de práctica orquestal", afirma Duhamel, que fue el autor de la banda sonora de la película Belle Epoque. Sus jóvenes intérpretes tienen otras ventajas: "No tienen perjuicios y están libres del peso de la cultura musical europea. Atacan con ingenuidad y frescura cualquier pieza que se les ponga por delante, por compleja que ésta sea. No les asusta ningún nombre". Los cuatro hermanos Giraldo son un ejemplo extraordinario de estas aptitudes. Regina, la mayor, entró en la orquesta con 16 años y ahora es la instructora de su hermana pequeña. Las becas les permiten dedicarse plenamente a la música y correr con buena parte de los gastos familiares. Ollantay Velásquez, de 17 años, es un virtuoso del violín, el perfeccionista del grupo. Reconoce que nació con buen oído musical, pero advierte que sólo con tres o cuatro horas diarias de estudio ha podido llegar al puesto de concertino. Sueña con ser un reconocido solista o un compositor de música de cine, pero estos triunfos pasan por alcanzar la perfección interpretando el Concierto para violín de Jean Sibelius. La benjamina de la gira catalana, Andrea Mayz, de 11 años, empezó a rasgar el violín a los cinco años, una edad en la que no sería admitida en casi ningún conservatorio europeo. Su calidad le ha llevado a pasar directamente de la orquesta infantil a la semi-profesional. Un ejemplo más de que en Venezuela la música está por encima de edades y clases sociales. Clásicos y folclor En el amplísimo repertorio de la Orquesta Sinfónica de Anzoátegui se incluyen, junto a clásicos como el Don Juan de Richard Strauss, piezas del folclor venezolano o sardanas. Albert Tomàs, presidente del centro catalán de la ciudad de Barcelona de Venezuela, que participa en la expedición, asegura que el entusiasmo que ha despertado Cataluña entre los jóvenes concertistas permitirá la creación de una cobla sardanista con la que la colonia catalana de Venezuela podrá combatir en el futuro su "morriña". La primera gira que realiza la Orquesta Sinfónica del Estado de Anzoátegui en Cataluña ha recorrido ya los escenarios del Hostal de la Gavina de S"Agaró y la iglesia de Sales de Llierca. La gira continuará hasta finales del mes de agosto con actuaciones en el monasterio de Montserrat (día 25, 13.15 horas), el auditorio de la Mercè de Girona (día 27, 21.00), la iglesia de Besalú (día 29, 19.30) y el Teatro Principal de Olot (día 30, 22.00).

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