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El secuestrador Mochaorejas sacude a México con sus tropelías

México se enfrentó, finalmente, con su monstruo. Millones de personas escucharon conmocionadas, en la noche del martes, las primeras declaraciones del despiadado secuestrador Daniel Arizmendi, detenido horas antes en la capital. En dos entrevistas grabadas para la televisión, Arizmendi, que solía torturar y desorejar a sus víctimas con tijeras, confesó seis asesinatos y explicó que su única motivación era retarse a sí mismo. Nunca, dijo, ha sentido compasión, pero piensa que Dios le perdonará. Ahora añora la muerte. "Toda la vida en una cárcel es algo feo. Creo que morir sería más bonito". Arizmendi, alias Mochaorejas, ha escrito a sus 40 años una de las páginas más macabras del crimen en México. A su banda se le adjudican, en tan sólo tres años, entre 40 y 200 secuestros, aunque él sólo reconoce 21. Al menos siete de sus víctimas fueron empresarios españoles. La impunidad de la que gozaba, gracias a la protección policial (él mismo trabajó como agente antes de dedicarse al secuestro), y la extrema crueldad mostrada hacia sus víctimas convirtieron a Arizmendi en el emblema de la corrupción del sistema y de la indefensión de la ciudadanía.

Las autoridades mexicanas se sacaron esta engorrosa espina en la madrugada del martes, cuando 13 agentes capturaron al secuestrador en el norte de la capital. En ese momento, Arizmendi organizaba el cobro de su último bisnes, como él dice: 15 millones de dólares (2.250 millones de pesetas, al cambio) por el rescate de un empresario que de hecho había muerto de un balazo en el momento de su secuestro.

Por la noche, las dos principales cadenas de televisión ofrecieron sendas entrevistas que por momentos se convirtieron en un interrogatorio sin presencia de abogados. Arizmendi respondió, cortés e inexpresivo, a todas las preguntas. Afirmó haber obtenido 160 millones de pesos (3.000 millones de pesetas), pero la policía multiplica esa cifra. Tan sólo en los meses de junio y julio, las autoridades le confiscaron 26 propiedades y casi seis millones de dólares que escondía en cajas.

Ahora se espera que su testimonio arroje luz sobre la red de complicidades policiales que le permitió actuar durante tres años. Por lo pronto, ya se sabe que el antiguo jefe antisecuestros del Estado de Morelos estaba en su nómina.

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