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LLUTXENT

El milagro de los corporales

La baronía perteneció un tiempo al marquesado de Dos Aguas

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El término municipal de Llutxent se encuentra en la parte oriental de la Vall d"Albaida, comarca que tiene como punto geográfico de referencia al sur el monte Benicadell. También hay otros dos referentes visuales en el entorno de esta histórica población, que concita las devociones comarcales. Una montaña con restos del castillo de Xio en su cima, escenario de una sangrienta batalla entre moros y cristianos. Y otra cima más discreta, conocida como Mont Sant, donde se conserva la tradición del milagro de los corporales de Daroca, origen de la devoción del Corpus Christi. Para llegar a Llutxent desde Valencia existen dos posibles itinerarios: por la nacional 340 hasta Xàtiva o por la nacional 332 de la costa hasta Gandia. Desde la capital de La Costera por la población de Genovés, o desde Gandia por la carretera de Ontinyent se accede a Llutxent, población situada en la carretera autonómica CV-610. El núcleo más antiguo del pueblo se sitúa en torno al Palau Castell de la familia Próxita, construido en el siglo XIII como casa de los barones de Llutxent. Otro núcleo posterior surgió en la parte baja dedicado al cuidado de los ganados. Entre ambos, nobles y hacendados construyeron sus sólidas viviendas. Y en el XIX el pueblo creció hacia el Dotze. Hoy su vida gira alrededor de la plaza Major y el nuevo templo parroquial, que conserva un icono de la Santa Faz. Pero los parajes que concitan la curiosidad del visitante se sitúan en la colina del Mont Sant, donde se encuentra una preciosa ermita, dedicada a Nostra Senyora de la Consolaciò, mandada construir en 1772 por el comerciante catalán residente en Valencia Gabriel Serra y su esposa Paula Rius. Allí mismo existía un humilde altar para los devotos de los santos médicos Cosme y Damiàn. El interior de la ermita está revestido por unas cerámicas de Manises en las que se describe la batalla de Xio. Es un lugar marcado por la atmósfera mágica del milagro de los corporales. Esa historia ocurrió así en 1239 según describen las cerámicas. En una de sus expediciones de conquista las tropas de Jaime I sitiaron el castillo árabe de Xio. Antes de emprender la batalla celebraron una misa para pedir ayuda divina. Mosén Mateo ante la tensión del momento sólo consagró seis formas, una para él y cinco para otros tantos caballeros. Pero la contienda comenzó antes de lo previsto y debió ocultar en el monte las formas. La presión del enemigo se hizo irresistible y el oficiante las recogió de nuevo para tragárselas y disponerse a morir. Pero descubrió sorprendido que los corporales rezumaban gotas de sangre procedente de las formas. El milagro corrió de boca en boca y el hecho prodigioso devolvió la fuerza al ejército del monarca, que consiguió reducir a sus enemigos. Cada uno de los cinco caballeros reclamó su milagrosa forma, pero para no romperlas Mosén Mateo decidió echarlas a suertes y entregarlas juntas a uno de los cinco. El azar eligió al caballero de Daroca mientras los de Tortosa, Vinaròs, Alcoi y Valencia discrepaban del resultado. Ante la falta de acuerdo Mosén decidió cargarlas en una arqueta sobre una mula ciega y que ella eligiera el destino de las milagrosas formas. Y después de andar días y semanas, la mula exhausta dio su último respiro ante la iglesia de San Marcos de Daroca, donde desde entonces están expuestas en un hermoso relicario. Unos metros más allá de la ermita de Nostra Senyora de la Consolaciò, los dominicos mantuvieron abierto durante varios siglos un amplio monasterio, el Convent, que en la actualidad emprende su restauración definitiva.

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