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El "síndrome" Alejandro Sanz

En Tarragona riegan las calles a las diez de la mañana. El pasado viernes, un malhumorado encargado de la brigada municipal ordenó, sin previo aviso, conectar la manguera para remojar la acera de la plaza de toros. Una treintena de adolescentes, que a esa hora ya guardaban cola para asistir al concierto de Alejandro Sanz, tuvieron que alejarse a la carrera para que no las mojaran. "Ves, porque somos seguidoras de algún cantante, todo el mundo, como este tío, nos trata como si fuéramos unas niñatas pijas y gilipollas sin dos dedos de frente". Laia Sanponç, barcelonesa de 17 años, ha asistido a más de una decena de conciertos de su ídolo, Alejandro Sanz, y ha seguido toda la gira por Cataluña, incluidas las dos actuaciones en el Palau Sant Jordi. A las 8.30 ya hacía cola frente a las puertas de la plaza de toros de Tarragona, 12 horas antes de que abrieran las puertas y cuando faltaban 15 para que su cantante favorito saliera al escenario. Otras fueron más madrugadoras, como Paola, una italiana de Reggio Emilia -presidenta de un club de admiradoras de su región-, quien durmió frente a la plaza de toros, como la castellonense Marta, o Mariluz, que acudió desde Valencia. Quien llega primero a la entrada tiene un lugar asegurado frente al escenario. Ello les sitúa al alcance de las botellas de agua que reparten los voluntarios de Protección Civil y de la Cruz Roja y, con suerte, podrán estrechar la mano de Alejandro o entregarle, como sucedió el pasado viernes, un ramo de flores. "Tengo la experiencia de haber asistido a 10 conciertos y si te colocas en las dos primeras filas te llega el agua", comenta Laia; "a partir de ahí no te llega nada más, sólo los apretujones del público". Laia y sus amigas Amelia y Ángeles, las dos de Tarragona, esperaban en la cola provistas de bocadillos y botellas de agua. "No nos desmayamos porque le queramos mucho, por ser tan guapo o porque cante muy bien, sino porque llevamos 10 o 12 horas esperando con este calor; y en el concierto, con tanta gente, es normal que te ocurra", precisa Amelia Cano, de 22 años. Esta joven, seguidora incondicional de Alejandro Sanz, asegura que ha estado a punto de romper su relación con el novio por los celos que siente del cantante. El concierto del cantante de Más (1,5 millones de ejemplares vendidos) congregó en Tarragona a más de 9.700 personas, el aforo máximo autorizado por los técnicos del Ayuntamiento. Un tercio de ellas se situaron en la arena de la plaza. Allí fue donde se produjo la mayoría de desmayos y lipotimias. En total, 41 chicas fueron atendidas por el equipo médico, integrado por 3 médicos, 3 enfermeras y 40 socorristas, además de una unidad de cuidados intensivos y tres ambulancias. Otras tres muchachas tuvieron que ser trasladadas al hospital Joan XXIII o al de Santa Tecla por diversas contusiones. Toni Cabero, director de la empresa de producciones que organiza los conciertos de Sanz en Cataluña, explica que en cada actuación se atiende una media de entre 15 y 20 chicas, pero el número varía según el aforo y el recinto donde se celebra. Cabero coincide con la mayoría de seguidoras del cantante en que las lipotimias se producen por culpa del cansancio, no de los nervios y por la locura que despierta el cantante entre sus incondicionales. Sin embargo, desmiente que la organización solicitara más ambulancias al Ayuntamiento en previsión de estos pequeños incidentes. El alcalde de Tarragona, Joan Miquel Nadal, a preguntas de un periodista, aseguró que ello le parecía "una tontería". Durante la actuación, Sanz le espetó, aunque sin nombrarle: "Yo no soy político, ni quiero serlo, cada día quiero mirarme claramente al espejo. Sólo he venido aquí para que paséis un rato divertido". El concierto de Tarragona duró más de dos horas y media, y Alejandro Sanz satisfizo al público, formado en su amplia mayoría por jóvenes y parejas. Ya desde la primera canción, Si tú no estás, las 9.700 personas corearon al unísono los temas uno por uno, sobre todo los de su último disco, Más. Incluso en algunos momentos llegaron a apagar la voz del propio cantante a pesar de los 100.000 vatios de sonido. En uno de los bises, Alejandro Sanz se arrancó por bulerías y el coso se vino abajo. Sobre la una de la madrugada, numerosos padres esperaban a sus hijas fuera de la plaza de toros para acompañarlas a casa. Un grupo de madres comentaba: "Mira, mi hija está pirada por este muchachito, tiene toda la habitación llena de pósters, como yo la tuve con carteles de los Beatles o el Dúo Dinámico. Pero yo nunca llegué a desmayarme".

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