Muere Loroño, "media España" ciclista
Los duelos del vasco con Bahamontes dividieron el país en los años cincuenta
Jesús Loroño murió ayer en Bilbao a los 73 años a consecuencia de un cáncer que padecía hace varios meses. Con él desaparece una de las figuras legendarias del ciclismo español. La memoria histórica de este deporte tiene en Loroño a uno de sus grandes protagonistas. Sus duelos con Federico Martín Bahamontes dividieron a la España ciclista en los años cincuenta y crearon la mayor polémica que quizá se haya producido en el país entre dos deportistas. Loroñistas y Bahamontistas tuvieron largos años motivos para discutir quién era mejor corredor de los dos. Bahamontes, ganador del Tour en 1959 y con mejor palmarés al final de su carrera, pareció ganar la pugna finalmente, pero Loroño, un ciclista con clase, más completo, aunque quizá con menor capacidad física que el Águila de Toledo, dejó imborrables muestras de su calidad como escalador.Loroño fue , por la rivalidad entre los dos grandes ciclistas, un damnificado. La puntilla fue precisamente en 1959, cuando Dalmacio Langarica, director del equipo español, prefirió a Bahamontes para el Tour, que además ganaría. Loroño se sintió herido y sus protestas le llevaron a sufrir tres meses de inhabilitación federativa. Su mala suerte fue tanta que en la Vuelta a Levante se cayó y se fracturó la clavícula. Con 34 años, aunque él explotó pasada la treintena y la longevidad de los ciclistas del pasado era mayor, casi fue el final de su carrera. Aún correría la Vuelta a España hasta 1962, año en que terminó 14ª.
Loroño, en otro ejemplo de que tal vez hubiera brillado mucho más en caso de haber vivido situaciones distintas en el ciclismo, fue protagonista de una de las mayores hazañas que se hayan vivido jamás en el Tour. Ocurrió en 1953, cuando era un gregario mal aprovechado de corredores que nunca pasarían al gran libro de oro del ciclismo, como Gelabert, Massip, Serra o Trobat. Mariano Cañardo, el seleccionador, le tenía dedicado a ayudarles sin que pudiera demostrar toda la calidad que llevaba dentro. Pero en la décima etapa, Pau-Cauterets, una de las míticas de los Pirineos, todo iba a cambiar. Para él iba a ser "el día del Aubisque". Su ataque fue de astucia. Aprovechó un paso a nivel cerrado, donde quedó cortado el pelotón, y se escapó. Cazó a tres corredores que iban delante al comenzar las rampas del Aubisque y pasó la cima con tres minutos de margen sobre Hugo Koblet, la gran estrella del momento, ganador del Tour dos años antes. El suizo, un hombre que había aprendido a subir, pero que era, sobre todo, un gran rodador, contrarrelojista, y especialista en descensos, parecía lógico que cazara al español. Pero Loroño no sólo mantuvo la ventaja, sino que en la cima del Soulor la aumentó a 5.20 y en la meta dejó la huella de su clase. Lo de menos fue que terminara después 50º en la general. Ya había perdido demasiado tiempo en ayudar a los demás. Pero fue rey de la montaña.
Loroño decía de Bahamontes que era un gran corredor, pero que "estaba un poco pirado". Su enfrentamiento era la genialidad del toledano contra la mayor regularidad del vasco. Entre ellos había una rivalidad deportiva y también de intereses y caracteres, pero como tantas luchas deportivas, se hincharon mucho más de lo que eran internamente. Incluso en 1960, ambos colaboraron en una caza imposible en la Vuelta a España tras el belga Franz de Mulder, que ganaría la ronda, y el también legendario luxemburgués Charly Gaul, decepcionante aquél año.
Loroño, de las 10 Vueltasque corrió, en siete de ellas terminó entre los tres primeros. Su gran año fue 1957. Ya tenía 32 años y no sólo ganó la Vuelta, sino que fue quinto en el primer Tour que ganó Jacques Anquetil. Fue su gran temporada por encima de Bahamontes. También corrió tres Giros de Italia, y en 1958 acabó séptimo.
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