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Una irregular historia

Puestos juntos, el teatro Goya y Free Art hacen saltar la chispa. A Free Art se la puede asociar con los tatuajes y la Harley Davidson de Carles Treviño. El Goya, en cambio, parecía navegar por otros mares, a veces incluso a la deriva y surgido de la niebla de otros tiempos. El teatro ha tenido una línea de programación irregular, con presencia mayoritaria de teatro en castellano, una estética a veces anquilosada y unas formas empresariales familiares que no cuadran con la época. "Lo de la línea irregular", dice Maite Salado, "es una cuestión de punto de vista. La temporada pasada hicimos, por ejemplo, Yerma, de García Lorca, y Luces de bohemia, de Valle-Inclán. Y eso no me parece irregular. Lo que está claro es que tenemos que trabajar en una línea comercial, y eso te obliga a apostar por espectáculos rentables y de calidad, lo que no siempre es posible". "Lo del teatro en castellano", prosigue Maite Salado, "es una casualidad, y el hecho de no alcanzar la cuota del 60% de teatro en catalán a quien más perjudica es a nosotros con vistas a las subvenciones que concede la Generalitat de Cataluña. La razón está en que, cuando no tienes capacidad para producir espectáculos, no te queda más remedio que elegir entre lo que hay, y la verdad es que no hay tantas cosas en catalán que aseguren un mínimo éxito. Es lógico ir a buscar más teatro a Madrid o a cualquier otra parte". "Por último", termina Salado, "lo que no puedo hacer es modernizar este local de un día para otro. Lo irregular ha sido la historia reciente del teatro Goya. A fin de cuentas, volvió a ser teatro en 1986 y el equipo que lo gestionaba tuvo que aprender casi de cero. La relación con Focus no fue bien, y con Anexa no se llegó a concretar en resultados tangibles. Mi intención es ahora modernizar el Goya tanto empresarial como artísticamente. Y en eso estamos, ahí están las Varietés 98".

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