Un sueño roto
Este año he podido realizar un viejo sueño: pasar 15 días en Noruega y Suecia.Ocurrió, sin embargo, que, como todos los sueños, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
En los primeros días de julio fui con mi mujer a Oslo. Muy pronto empezamos a notar que sentarse en una buena mesa en un restaurante de Oslo era una tarea difícil. No sabíamos por qué, estando prácticamente vacío el comedor, se nos trataba de acomodar en las peores mesas. No podíamos ni imaginar que nuestra estatura de 1,69 centímetros y un tono algo tostado por el sol de España en la coloración de nuestra piel pudiesen ser la causa.
Pero finalmente llegamos, ambos por separado, a la conclusión de que no podía haber otra razón. El día 7 de julio, cumpleaños de mi mujer, fuimos al restaurante Lofoten, en Aker Brygge. Había muy pocos comensales. No obstante, se nos indicó que nos sentásemos en una mesa frente a un ventanuco que daba a la cocina. Yo me negué a sentarme allí y finalmente se nos acomodó en una terraza cubierta, fuera del comedor principal.
Esto se repitió en sucesivos días y en otros restaurantes. Las mesas vacías, contiguas a las ventanas, siempre nos fueron negadas. Pasa a la página siguiente Viene de la página anterior El día 13, sobre las 10 de la mañana, cuando íbamos a tomar el vuelo SK 490 de Oslo a Estocolmo en el aeropuerto de Fornebu-Oslo, después de haber pasado el control de seguridad por rayos, una policía nos hace entrar en un cuarto pequeño y nos obliga a extraer todos los objetos de las bolsas de mano, incluso la jabonera, pasta de dientes, etcétera.
Llevábamos una figura de cristal noruego embalada en una caja de cartón, precintada, la cual a su vez estaba dentro de una bolsa de plástico. Pues bien, la tomó y nos dijo que esperásemos allí, que ella se tenía que llevar el paquete para ser sometido a un control más riguroso.
Al cabo de un instante vuelve, nos entrega el paquete y observamos que suena a cristales rotos. Al llegar a Estocolmo pudimos comprobar que efectivamente nos había roto el objeto de cristal. Lo denunciamos en la Embajada de España.
En Estocolmo también tuvimos dificultades con las mesas buenas de los restaurantes de cierta categoría.
Es posible que ustedes se pregunten si nuestra apariencia es sospechosa. Sinceramente, creo que no. Yo tengo 59 años y soy abogado en ejercicio desde hace 30. A mi mujer y a mí nos gusta vestir correctamente.
Somos dos españoles de clase media, de aspecto completamente normal. Hemos viajado por toda Europa y América y nunca nos había ocurrido nada parecido.-
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