Los dominios del marquesado
El marquesado de Albaida fue creado con dominio sobre los barrios y poblaciones de L"Aljorf, Benissoda, Bufalí, Carrícola, El Palomar y Adzaneta de Albaida. Esto determina que la relación de la villa con su entorno rural y urbano sea estrecho y permanente. Al tener un origen compartido estos pueblos ejercen un círculo protector en torno a Albaida, actitud adquirida desde que sus bienes e infortunios estuvieron vinculados a los designios que venían del palacio de la plaza Major. Desde la vertiente meridional de la Sierra Grossa, las ciudades de Ontinyent, Aielo de Malferit y L"Ollería, situadas frente a Albaida, compartían el control del valle escuchando otras voces y órdenes diferentes. En la población de Adzaneta, antes de subir la pendiente del puerto, los moriscos dejaron su huella marcada en la estructura del urbanismo. A otro estilo muy diferente, al neoclasicismo del XVIII pertenece la configuración de su templo parroquial dedicada a San Juan Bautista. Este pueblo de artesanos del esparto, tradición conservada por generaciones desde al menos hace dos siglos, permite al visitante elegir buenos precios y productos de calidad en los comercios donde venden alpargatas, cestas, esteras y otros objetos artesanos. Desde este pueblo siguiendo la pista forestal se asciende a la sierra de Benicadell, divisoria de las comarcas de La Vall d"Albaida y El Comtat. Al encuentro visual sale el castillo de Carrícola, un buen ejemplo adecuadamente conservado, símbolo de lo que fueron las construcciones defensivas en estos parajes en tiempos de la conquista. Lo construyeron a mediados del siglo XIII musulmanes del lugar para recibir a su nuevo señor, el noble feudal Berenguer de Timor llegado de Cataluña. Tiene un pequeño patio y torre del homenaje. La pista forestal conduce al paraje de la Font Freda desde donde ya se contempla una amplia panorámica del valle. Más allá de este lugar, si el propósito es alcanzar los 1.104 metros del pico Benicadell, hay que subir hasta la casa de los guardas de Beniatjar para recorrer el último tramo y poder disfrutar con las vistas en día claro de puntos tan lejanos como son la isla de Ibiza y el lago de la Albufera de Valencia. Otro punto de ascensión, más cercano a Albaida, se sitúa en la sierra Covalta, que se alcanza desde la llamada Casa dels Guardes junto a la subida del puerto. Desde la cresta, situada a 890 metros, se puede reconstruir visualmente la dimensión del poblado ibérico que ocupó este paraje hasta que llegaron los cartagineses y lo arrasaron. Permanece en buen estado el sistema de aljibes excavado en la roca, parte de sus murallas y las distribución de las viviendas. Los incendios forestales que destrozaron estos montes en 1994 no han impedido una rápida regeneración de las hierbas aromáticas (romero, tomillo etc.) y de las sabrosas setas. Si se sigue la acequia del Port, en la entrada del puerto, se descubren las ruinas de una masía construida sobre los restos del antiguo convento de Santa Anna, escenario donde se localizan los milagros más célebres de la vida de San Luis Beltrán correspondientes a la mentalidad del siglo XVI. Aguas más arriba los molinos de Penalba conservan sus muros medievales, aunque posteriormente en el siglo XVIII se reformaron para adaptarlos a las nuevas necesidades. Otro molino de interés, situado en el mismo itinerario, es el Molí Nou, perteneciente a la misma época en que se reforzaron los anteriores. Desde estos parajes molineros, al otro lado de la moderna autovía y del río, se descubre el cerro del llamado Castell Vell. A esta fortaleza, hoy transformada en olvidados muros, los árabes la denominaron Al-Baidà, origen de la denominación que define al conjunto del amplio y extenso valle así como de su ciudad más característica.
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