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Un hombre "secuestra" un avión ruso con un aviso por escrito

Los 97 pasajeros que ayer llegaron a Moscú en el vuelo de East Airlines procedentes de la siberiana ciudad de Irkutsk no entendieron por qué el Tu-154 fue llevado a una pista de reparaciones del aeropuerto de Domodédovo y por qué durante dos horas nadie pudo bajar del avión. Si se hubieran enterado de que un terrorista amenazaba con hacer explotar el avión, y que las fuerzas de seguridad se aprestaban a tomar por asalto el aparato, probablemente más de alguno hubiera sufrido un infarto.

La tragedia en ciernes se transformó en farsa y la amenaza no pasó de ser una broma de mal gusto.Todo comenzó a casi 1.400 kilómetros al este de Moscú: una azafata encontró una nota en la que un desconocido exigía que en el aeropuerto de destino le tuvieran preparado en rublos el equivalente a 100.000 dólares (unos 15 millones de pesetas). El presunto terrorista pedía además un corredor aéreo para seguir vuelo a un destino que no especificaba y que mientras esto se preparaba se alimentara a los pasajeros. Si no se cumplían sus condiciones, amenazaba con hacer explotar el avión. La azafata entregó la nota al piloto, quien de inmediato se puso en contacto con Moscú. En poco tiempo llegaron los tanques, las tropas del Ministerio del Interior y comandos antiterroristas.

Después de que el avión aterrizara sin incidentes en Domodédovo, los agentes de seguridad comenzaron a esperar a que el terrorista exigiera que se cumplieran sus condiciones. Pero el tiempo pasaba y el pirata aéreo no daba señales de vida. Cuando habían transcurrido más de dos horas de tensa espera, el general Alexandr Tsarenko, jefe de Seguridad de Moscú, ordenó que se hiciera bajar del avión a las mujeres y a los niños.

Transcurrida otra hora de incertidumbre se ordenó a los hombres que bajaran también y se procedió a revisar el avión. En vano: en el aparato no encontraron ni bomba ni huellas que indicaran quién podría ser el enigmático pirata aéreo.

Mientras tanto se retuvo a todos los pasajeros en una sala del aeropuerto. La revisión de los equipajes tampoco dio resultado, y el examen grafológico hizo recaer la sospecha en dos varones. Falta saber si uno de ellos es, efectivamente, el bromista.

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