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Reportaje:OASIS EN AGOSTO

Sólo para navegantes

Los excursionistas se remojan en El Atazar pese a que el Canal de Isabel II prohíbe el baño y sólo permite la práctica de los deportes naúticos en el pantano

En el embalse de El Atazar se permiten los deportes náuticos, pero está prohibido bañarse. La única manera justificable de meterse en el agua es cuando uno se cae desde una tabla de windsurf o cuando vuelca con la piragua. Pero la mayoría de los cientos de veraneantes de agua dulce que acuden a este pantano hacen caso omiso a la prohibición. Así ocurría ayer. Los visitantes llegaban equipados con un material mixto, entre el que se emplea para la playa y el que se lleva a la montaña. Se trataba de cobijarse de un implacable sol que calentaba hasta rozar los 40 grados, a pesar de la brisa serrana.Los carteles del Canal de IsabelII, colocados en el vallado que rodea el embalse, lo dejan bien claro: está terminantemente prohibido bañarse. El agua de El Atazar acaba en las cañerías de Madrid. Además, el pantano se ha cobrado una muerte reciente. Jesús Martín, de 35 años y vecino de San Sebastián de los Reyes, se ahogó el pasado lunes en la zona próxima al club náutico, en el término municipal de Cervera de Buitrago. Se le cortó la digestión cuando nadaba a unos 20 metros de la orilla.

Una vez que los excursionistas dejan atrás los carteles de advertencia y se adentran en el recinto del embalse en busca del sitio idóneo para pasar el día, se olvidan de la prohibición. Y es que no se resisten a la tentación de zambullirse en las aguas frescas. Sobre todo porque las tienen delante de sus narices y porque se pasan horas tendidos en las toallas como lagartos al sol. Vuelta y vuelta. Y claro, les entra tal sofoquina que tienen que aliviar dándose un chapuzón. Bañistas los hay de todos los tipos. Desde los que se meten al agua cogidos de la aleta de un tiburón-flotador, hasta los que emplean una cámara de un neumático de coche. Algunos hasta aprovechan para dar clases de natación a sus hijos, como un padre que aleccionaba ayer a su hija. Los hay aguerridos tarzanes, como Felipe Quijano, contable de 35 años, y su amigo Javier Sánchez, instalador de aparatos de aire acondicionado, que se ufanan de haber cruzado el embalse de orilla a orilla en varias ocasiones. "Llevo media vida viniendo a este pantano y no me parece que sea peligroso para bañarse. No te enganchas en ramas ni hay mucha corriente. Lo que no se puede hacer es arriesgarse a que te dé un corte de digestión lejos de la orilla", señaló Quijano.

Por bañarse, en El Atazar se zambullen hasta los perros. Como el pastor alemán de pelo largo que nadaba ayer hacia su amo con una pelota en la boca.

A Carlos Carnicer, estudiante de derecho de 22 años, le cautivó montar en un kayac, una canoa monoplaza. "Es la primera vez que lo he probado y no es tan difícil. Sólo hay que coger el ritmo de los brazos a la hora de remar para no perder el equilibrio. Es muy divertido", explicó. Estas canoas están preparadas para los remeros inexpertos: "Cuando vuelcas, se te llenan de agua, pero estas piraguas son de las que se vacían solas", añadió Carnicer. Estas embarcaciones de poco calado se pueden alquilar por 700 pesetas a la hora en el club náutico de Cervera de Buitrago (918687153), donde también se pueden alquilar tablas de windsurf (con precios que varían entre las 900 y las 1.100 pesetas) y canoas de dos plazas (la hora sale a 1.200 pesetas). Los veleros son de propiedad privada y pueden navegar, pero no admiten inquilinos.

Esta oferta turística llena de vida y dinero las localidades próximas al embalse. La población de Cervera de Buitrago (97 habitantes) se multiplica por cuatro en verano. Las limpias aguas del embalse de El Atazar son una atracción irresistible para los madrileños, pese a una prohibición cuyo cumplimiento apenas se vigila.

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