_
_
_
_
GENTE EN VERANO

¡Manda michirones!

El del perolo y el cazo es el presidente del Congreso, Federico Trillo, y los pequeños camareros, sus hijos Santiago y Mercedes. Trillo recibió a los medios informativos, como cada verano, en su residencia murciana de Cabo de Palos, y les propinó un menú de desvanecerse-o de ¡manda huevos!, que diría él-, iniciado con unas tapas de mojama, huevas y almendras, seguido por los michirones a la cartagenera (habas secas hinchadas, con jamón y patatas), especialidad culinaria de su mismísima señoría, y caldero, un arroz, éste ya de encargo, que, según explicó, hay que elaborar con pescado de roca del mar Mayor -esto es, el Mediterráneo- y un fondo de ñoras y aceite, eso sí, en un recipiente especial que se llama caldero, y que él tiene heredado de sus mayores. Dicen los asiduos que los michirones suelen salirle duros, y que todos los años comienza a servirlos pidiendo misericordia a los periodistas. En esta ocasión, según informa José Rocamora, Trillo, recién doctorado con su tesis sobre el poder político en Shakespeare, comentó las investigaciones que ha hecho sobre los escritos de su bisabuelo, Emeterio Martínez-Conde, criticando las condiciones de explotación en los cotos mineros de Cartagena y proponiendo una avanzada reforma laboral, publicados en 1894 en el diario El Popular. A pesar del nombre del periódico, el abuelo no era en absoluto del palo del bisnieto, sino un progresista de la Restauración, que, si levantara la cabeza y viera los destrozos causados en la bahía de Portmán, dijo Federico Trillo, sería por lo menos de la FAI. O sea, anarquista. Ni del PP ni del Opus. El presidente del Congreso desempolvó a don Emeterio para el pregón que iba a pronunciar anoche en el Festival del Cante de las Minas de La Unión, pregón lleno de "cuartetas fuertes que Cela incluiría en su Diccionario secreto", amenazó. Aparte de la cuidada elaboración de los michirones, sus vacaciones incluyen la lectura y la bicicleta. Trillo afirmó no creerse que el ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, se haga los 70 kilómetros diarios que dice pedalearse, ya que él no pasa de los 30. Parece que no admite la posibilidad de ser más limitado. Y sin pararse en Mayor Oreja, podría pensar en su bisabuelo. Más atrás en el tiempo se fue ayer Doña Sofía. En una silla de pala, como las que usan los alumnos normales, la Reina escuchó, en el palacio de la Magdalena, de Santander, sede de la Universidad Menéndez Pelayo, una conferencia sobre su tatarasuegro Felipe II, dentro del curso impartido por Henry Kamen, polémico historiador británico empeñado en recuperar la imagen más humana del aún más polémico rey del siglo XVI, según informa Susana Pérez de Pablos. Doña Sofía, que tomó dos folios enteros de apuntes, estuvo haciendo comentarios con sus compañeros de fila, a la sazón, José Luis García Delgado, rector de la Universidad, y Juan Antonio Vázquez, uno de los vicerrectores, o sea, dos alumnos aventajados. Tras recibir felicitaciones "de abuela a abuela" por parte de una de las estudiantes, y repetir lo encantada que está con el nieto, la Reina, interesada seguramente en las cosas que el confereciante podría haberse callado, dada su presencia, dijo a un grupo de asistentes: "Ahora que no está Kamen, contadme qué tal el curso", y añadió : "¿Habéis preguntado en la clase menos que otros días porque estaba yo?" Los interpelados se deshicieron en "No, no majestad, por Dios, por Dios". Doña Sofía, que llegó la noche anterior con su hermana Irene, durmió en el palacio, en la habitación 103, llamada de la reina, sobre cuya mesa se encontró un retrato suyo y del rey Juan Carlos, en marco de plata pulida para la ocasión. En el baño, coronado por una antigua bañera francesa, le colocaron una pastilla de jabón lila sin olor, como ella había pedido. A la Reina le cundieron las dos horitas de curso sobre Felipe II, porque se fue con el diploma de asistente, como si hubiera estado las veinte de rigor. Bien es verdad que, precisamente por ello, se resistió a recibirlo, pero las autoridades académicas no pararon en mientes. No era el momento de andarse con chiquitas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_