El olor a Baco
Sobrios científicos holandeses lo patentaron hace una década. Un tapón de goma y un émbolo. Cuando la botella de vino queda mediada, mejor no volverla a tapar con su corcho: siete enérgicos movimientos del émbolo sobre la goma bastan para sellarla al vacío. Hay quien prefiere el sistema de inyectar nitrógeno. Pero no son grandes bebedores; más bien practicantes. La acción combinada retarda la oxidación del vino. Funciona sobre todo con los tintos, porque los blancos tienen una sutileza leve y volátil, y pasan. Sin embargo, ésta no es nada más que la utilidad primaria del ingenio. Lo esencial es que cada golpe de émbolo arranca de la botella una porción de oxígeno. La nariz percibe entonces, sin necesidad de mayor oficio, un ventarrón de especias y frutos maduros, de pétalos, de literatura de cata, de remotas asociaciones del placer. La nariz percibe claramente la mantequilla inverosímil de los grandes burdeos. Felicidad repasa todas las pruebas que acumuló sobre la existencia del alma y se queda sólo con el pequeño émbolo blanco entre las manos.
VacuVin. La Viniteca. Agullers, 7. Barcelona.
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