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Tribuna
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Los escaladores siguen donde estaban

El triunfo del italiano no anuncia una revolución: Pantani es un genio

Carlos Arribas

Corría un rumor los últimos años. La noticia decía que el escalador había muerto. Su papel quedaba reducido a ganarse el corazón de los aficionados aprovechando que su terreno de expresión, la montaña, es el más espectacular, el más fácil para encandilar. Las victorias, sin embargo, eran cosa de los grandes corredores, del prototipo de gran rodados que sabe soportar en la montaña. Se hablaba de las etapas de llano, de los abanicos, de las contrarreloj, como momentos de tortura en los que el físico (la cantidad de vatios, los grandes desarrollos) avasallaba al talento (el gran corazón, el cuerpo pequeño) de los hombres de la montaña. Desaparecieron los colombianos. Ni siquiera despuntaban en montaña: llegaban cansados. Los escaladores eran una anécdota. Estaban condenados. Virenque enardecía, pero sólo podía fugarse desde lejos y con la complacencia de los ganadores finales; a Pantani se le permitía hacer de solista sólo en la última subida para que ganara una etapa; Jiménez, el espectáculo popular... Y llega Pantani y gana el Tour y el Giro. ¿Han resucitado los escaladores? Hacía 22 años que un escalador puro (Van Impe) no ganaba el Tour. Fue en un año de interregno entre Merckx e Hinault. Igual que las victorias de Gaul y Bahamontes (58 y 59) se sucedieron entre Coppi y Anquetil. ¿Se quedará en eso Pantani?Mejor sería preguntarse si Pantani es un escalador como los demás. El escalador clásico, cuyo último ejemplo puro es el colombiano Herrera, es el hombre ágil, de talento, que, falto de potencia, sólo se beneficia de su velocidad de movimiento de pequeños desarrollos y de su falta de peso. Pudieron ganar grandes pruebas, como Gotti el Giro pasado, cuando se dieron recorridos a su medida.

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Pantani es así, pero tiene algo más, tiene potencia y corazón. En el llano sufre porque en ese terreno, en las contrarreloj, manda la potencia absoluta: el corredor con clase y gran motor arrasa. Si además tiene buen aerodinamismo (en el llano la gran fuerza que hay que superar es la resistencia del aire, que aumenta según aumenta velocidad), lo tiene todo. En la montaña, donde la mayor resistencia que se opone al progreso es la fuerza de la gravedad, se impone aquel que tenga una mejor relación peso-potencia: un motor desproporcionado con su carrocería. Pantani, que en sus inicios no era más que un corredor extremadamente ágil, aunque también con una resistencia, un cambio de ritmo no limitado a un hachazo y una capacidad de recuperación espectacular, lo que le permitía diferenciarse de otros escaladores, más limitados a una sola etapa o a un solo puerto. Pero el pasado invierno comprendió una gran verdad. Como dijo un corredor español a Blanco y Jiménez un día: "Sí, sí, creeros lo que queráis, pero como no mejoréis en la contrarreloj nunca seréis nada". Pantani, de quien nadie dudaba de su capacidad de sufrimiento, de su ansia de ser grande y de superar todos los obstáculos, dedicó el invierno a hacer musculación, pesas y gimnasio. Ganó cuerpo, musculatura y potencia para limitar las pérdidas en el llano. Durante el Tour su relación peso-potencia ha sido de nueve vatios por kilo (500 vatios por 55 kilos). En absoluto, pocos vatios frente a los casi 700 de Ullrich; en la montaña, suficientes.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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