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TOUR 98

Un héroe del pueblo

Marco Pantani, "el Pirata", ha visto por fin coronado su carisma popular con la más grande victoria

Carlos Arribas

Todo aquel que se gana un apodo espontánea e inmediatamente es una persona especial. Pantani ya era sinónimo de magia allá por 1994. Nació con carisma y su aparición fulgurante en el pelotón no hizo más que confirmarlo. Aquel Giro maldito para Induráin hizo escribir líneas y más líneas de un príncipe ruso y rubio, llamado Eugeni Berzin, y casi tantas de un escalador escuálido, de poco pelo, con apariencia de tener bastantes más de los 24 años que marcaba su fecha de nacimiento, 13 de enero de 1970, de orejas de soplillo, que volaba en el Mortirolo. Primero fue Topogiggio, un personaje de tebeo; luego Elefantino (Dumbo); también fue Diavolino (El Diablo era su jefe en el Carrera, Chiappucci); finalmente, años después, ya tuvo edad para elegir: se puso un pañuelo en la cabeza, un aro en la oreja, una perilla interesante y se convirtió en El Pirata. Para entonces ya era un héroe popular. Más que nadie, más que el fantasma Chiappucci, que el enigmático Bugno, el pueblo se ha identificado con el ciclista que ayer, ganando el Tour, la carrera soñada por varias generaciones de italianos, coronó su carisma con una victoria inaudita. Pantani mágico, pirata romántico, héroe novelesco, revolucionario, insatisfecho, grave, dramático. Pantani del pueblo. Mucho más que un deportista."Todo el mundo necesita objetivos para moverse. No entiendo cómo alguien no puede aspirar siempre a algo nuevo. Yo soy así: un insatisfecho permanente, necesito siempre tener un objetivo. Y cuanto más imposible parece, más me atrae. Necesito siempre medirme con algo que parece superior a mis fuerzas". Pantani, ganador del Giro aficionado del 92, segundo en el Giro grande del 94, tercero en el Tour del mismo año con victoria en Alpe d"Huez incluida. ¿Adónde llegará este hombrecillo del Adriático que ya a los 12 años cogía la bicicleta y se iba de excursión, solo, siempre solo, a San Marino, a 60 kilómetros de su casa? ¿De dónde sacará esa energía inagotable? Un escalador más. Un escalador con carisma. Un actor de teatro. "No es eso, no es eso, yo hablo según mis estados de ánimo. Y durante un Tour hay tantos... Simplemente soy sincero. Digo siempre cómo me siento". Y si dice que se siente mal, no miente; si dice que le duelen las piernas, dice la verdad. O cuando dice que subiendo el Galibier no se sentía fuerte. "Me llevaban las piernas. Iba en trance".

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Los escaladores siguen donde estaban

Pantani, personaje de películas de postguerra, de ilusión teñida de amargura. Su padre, Fernandino, es fontanero. Sigue el Tour en una roulotte desde el Galibier. Su madre, Tonina, se ha quedado en Cesenatico. Su novia, Christina, es una danesa que trabajaba de go-gó girl en un club de Cesena. Ayuda a su suegra en sus dos kioscos de bocadillos ("piadinas", con un pan muy fino y esponjoso). Pantani, amante de la velocidad. Cuando llegue, cuando pase la bienvenida en una ciudad teñida de amarillo como el maillot amarillo que se juntará a la maglia rosa, agarrará su Harley Davidson, o su Jaguar gris, y sentirá la velocidad, el impulso que le guió cuando se congelaba bajando el Galibier. Pantani, siempre cerca de los suyos.

Fuerza de voluntad

El vuelo de Pantani se quebró un día de octubre de 1995. Corría la Milán-Turín pocos días después de que Induráin le arrebatara la medalla de plata en el Mundial de Colombia. Bajaba una cuesta a más de 70 por hora. Un todoterreno se saltó un cruce y se lo llevó por delante. Le destrozó las piernas. Meses de hospital. Muletas. Rehabilitación para aprender de nuevo a andar. Después, Pantani, fuerza de voluntad, bicicleta. El futuro en paréntesis.Pantani, hombre espectáculo. Disfraces y tatuajes. Disputa una carrera de aficionados de incógnito, con una peluca de su abuela. Se hace cantante y va al festival de San Remo. Graba la canción del Giro 96. Siempre Pantani. Rompe con Chiappucci y con los hombres del Carrera que crean un nuevo equipo, el Asics. Le acoge el Mercatone de Luciano Pezzi. ¿Qué será de Pantani, el valiente? Regresa, año y medio después al Giro, y se le cruza un gato. Pantani, al suelo. Retirada tragicómica. Se duda de su voluntad de seguir siendo ciclista. Pero vuelve al Tour. Aroma de Tourmalet y de Alpes. Dos etapas. Resurrección definitiva en Alpe d"Huez, Pantani, simbólico. Podio (tercero) en París. Pantani, héroe.

Pantani, líder. "Soy el patrón de mis decisiones, no me dejo condicionar, digo lo que pienso sin intereses ocultos". Pantani, apasionado, místico. "Me mueve el coraje, pero también la emoción de un gesto. Más que los abrazos de la gente me emborrachan las acciones en bicicleta. En algunos momentos me siento de verdad especial. Ataco, hago el hueco, y me encuentro en una dimensión irreal. En ese momento puedo superar mi umbral de sufrimiento: y lo bonito es que me gusta. En ese esfuerzo encuentro mi satisfacción".

Pantani, el hombre que ha salvado el Tour más turbulento. Se puede seguir creyendo en el ciclismo, el deporte del pueblo.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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