_
_
_
_

Ciclomaquia

E. CERDÁN TATO Con el Tour desollado por la gendarmería, el problema que se plantea es si hoy el flagelado pelotón de ciclistas desfilará por los Campos Eliseos o lo hará de nuevo el bizarro general Leclerc al frente de sus tanques, en un socorrido revival de añoranzas patrióticas: la grandeur es el siete de oros de la perejila. En cualquier caso, este domingo, París no será una fiesta, sino una penosa revista de la supervivencia: casi la mitad de los participantes en la actual edición de la vuelta han sido piezas cobradas en una montería sin precedentes, jornada tras jornada, desde Dublín hasta Aix-les-Bains. La ley ha abatido indiscriminadamente y sin contemplaciones a masajistas, médicos, corredores en solitario y escuadras enteras. La ley francesa contra el dopaje de 1989, que hasta ahora se consumía en hebras de tabaco, lapiceros, expedientes, billetitos de aventuras íntimas y residuos de gruyers encarroñados, en el cajón de alguna prefactura, se ha avivado por combustión interesada y ha arrasado rutas, maillots, escaladas y dorsales. El telespectador ha asistido, en unas semanas, más que a un prestigiosa prueba deportiva a un serial de despliegues policiales, de registros y detenciones. Incluso, en ciertas secuencias, el Tour evocaba las actuaciones del gobierno de Vichy. Pétain vive. En un paisaje de incertidumbre y crispación, es muy posible que algún ciclista urgido por esa filmografía destemplada y rancia, se haya echado al monte, por los atajos de los Pirineos o de los Alpes, buscando la protección del maquis. Si las cosas van por ahí, es posible que los presuntos colaboracionistas como Jean Marie Leblanc, director de la vuelta, y sus ayudantes terminen completamente rapados y paseados en medio de una multitud indignada. Bien está que se cumpla la ley, pero sin necesidad de alardes ni abusos: requisarle la insulina a un enfermo de diabetes resulta, además de una melonada, una temeridad incalificable. El Tour 98 ya está en la capilla ardiente. Ha sido una ciclomaquia: una lucha, un juego, un esperpento. Los guardias han corrido tanto que se merecen el maillot amarillo de campeones.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_