La policía pone al Tour en estado de sitio
ONCE, Banesto, Kelme y Vitalicio abandonan, mientras continúan los registros en casi todos los hoteles
El Tour está acabado. Está bajo sospecha, sometido a un régimen policial, en estado de libertad vigilada. Nunca pudo imaginarse nada parecido: registros indiscriminados, espectaculares, retención del personal en habitaciones u hoteles, nuevas detenciones, miedo generalizado a pasar la noche en la cárcel. Y una terrible sensación de impotencia. No hay escapatoria. El Tour está sitiado por la policía, que vigila hasta los accesos de los peajes, el Tour está muerto por mucho que la dirección quiera negociar infructuosamente con las autoridades judiciales. De pronto parece que el ciclismo es el crimen organizado. "Ni la Gestapo lo hubiera hecho mejor", declaró ayer Jean Luigi Stanga, mánager del equipo italiano Polti, momentos antes de llegar al hotel, donde le esperaba un despliegue policial para el correspondiente registro. La investigación judicial ha demostrado ya que su objetivos es el pelotón al completo. Nadie saldrá libre de sospecha. La situación alcanzó ayer tintes dantescos: ONCE, Banesto y Riso Scotti decidían abandonar la carrera. Otros equipos especulaban con su retirada, sin posibilidad de confirmación al cierre de esta edición, entre ellos el Vitalicio. Y la policía multiplicaba su trabajo: rodeaba hoteles, bloqueaba accesos, procedía a los registros.Los rumores se hicieron realidad en cascada. Llevaban avisándose unos a otros de la posibilidad de un registro masivo. Así hasta ayer, cuando se desbordaron los acontecimientos. La primera víctima fue un equipo español, el ONCE, el primero también en retirarse de una carrera que tenía ya perfiles ridículos. La ONCE y el Banesto habían hablado la noche anterior y cerrado un acuerdo entre los equipos españoles: si alguno sufría un registro se iban en bloque. La unidad no se mantuvo. Por la mañana, un coche del Kelme había sido registrado cuando regresaba de Ginebra de trasladar al aeropuerto a José Rodríguez y De los Ángeles, que habían abandonado la carrera el martes. Poco después de cruzar la frontera, Joan Mas, manager del equipo, vio cómo la policía le obligaba a parar en el arcén. Ese registro era motivo suficiente para poner en marcha el acuerdo, pero Kelme no quiso darle importancia. Tanto Echávarri (Banesto) como Pablo Antón (ONCE) decidieron no tomar una decisión. Les llegaron directores italianos, a la espera de que los españoles, los más firmes en el intento de huelga la semana pasada, dieran el primer paso. Pero ellos no querían ser, otra vez, los primeros.
Así fue hasta que llegó el kilómetro 32 de carrera, cuando Jalabert rompe el guión. Se va: "He venido a correr no a hacer una pantomima. No se puede hacer ciclismo en una situación de sospecha permanente. Le digo a todos que la vida no termina después del ciclismo". Manolo Sáiz acepta la decisión de Jalabert. Y todos los corredores del ONCE. Lo dejan: se acabó este Tour odioso. Esperan unos kilómetros y se meten en el autobús, que les desplaza a un lujoso hotel en las afueras de Chambery. Media hora después, Echávarri espera a sus corredores en un control de avituallamiento, y da la orden: "Nos vamos. Así no se puede seguir". Sáiz y Echávarri hablan de falta de respeto a los derechos de las personas, de vivir una situación indigna. "Hemos venido a trabajar, no a que se nos trate como criminales", repetía Sáiz, quien, en su apasionamiento, aludía directamente al comportamiento de la policía y el Gobierno frances. "Por qué han esperado desde marzo en el caso TVM? ¿Por qué no han registrado a las selecciones que estuvieron en el Mundial de fútbol?".
-¿Y si viene ahora la policía y les registra en el hotel?
-Pues, bienvenidos sean, no tenemos nada que ocultar, ya nos registraron de seis horas en marzo.
-¿Y si se llevan a los corredores para hacerles unos análisis?
-Me temo que no podremos impedirlo, pero quiero pensar que estamos en un país civilizado.
Mecánicos y masajistas trabajaban, Sáiz hablaba para todas las radios. El hotel era un remanso de paz. Así hasta que llegó la policía. Cerró el hotel, pidió las llaves del autobús y de los automóviles, y exigió la presencia del médico, Nicolás Terrados, su primer objetivo.
Terrados asistía tranquilo al trabajo de los demás componentes antes de que los acontecimientos se desbocaran. Aun no había llegado la policía. Comentaba tranquilo: "No tengo preocupación porque todos los medicamentos que llevo tienen el registro de la sanidad española. Pero, claro, llevo algunas sustancias, como sueros y recuperadores, en grandes cantidades. Tal y como están las cosas, me pueden acusar de tráfico, de que eso no es para consumo propio".
Hacia las 17.30 apareció en el hotel la policía con su discreción habitual. Coches, prisas, impunidad en los movimientos, agentes de paisano con gafas de sol y móviles. El despliegue de rigor, las órdenes, su chulería. Cerraron el hotel. Fueron a por el médico. Abundan las bromas para aliviar la tensión.
La ONCE había recibido ya la llamada del secretario de Estado para el Deporte, Santiago Fisas, que había puesto a su disposición al personal de la Embajada española y del consulado en Lyón. Fisas era claro: "Les podemos dar toda la ayuda que necesiten, pero no podremos evitar que se lleven a un corredor. Se trata de una ley penal que no existe en toda Europa y son los jueces los que determinan los movimientos a realizar".
De pronto, alguien cae también en la cuenta de que el masajista ciego, Miguel Ángel Rubio, debe recibir una inyección de insulina. Es diabético. Pero las medicinas están requisadas. La tensión sube. Temen que la noche va a ser larga. Se temen lo peor: dormir entre rejas, el cacheo, el dedo en el culo... Hacia las 21.30, la policía abandona el hotel del ONCE. Se lleva sólo al médico Terrados, aunque no parece que esté detenido. Sólo lo llevan para dar fe del material requisado.
Todo indica que la policía está tirando del ovillo del Festina para registrar a otros equipos. Al ONCE, porque Zülle y Dufaux pertenecieron al Festina. Al Casino por la presencia en este equipo del ex festina Bouvard. El Polti tiene a Leblanc y La Française des Jeux a Magnien que fueron miembros del primer equipo expulsado del Tour.
El ciclismo convertido en organización criminal... Todo por una ley que convirtió el dopaje en delito penal y que estuvo viviendo el sueño de los justos durante nueve años. ¿Por qué ahora? ¿Por qué el Tour? Las noticias de nuevas deserciones de la carrera llegaban sin confirmación. ¿Qué sentido tendrá tomar la salida hoy? ¿Debe ser así la lucha contra el dopaje?
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