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El último mohicano

Cuando Luis Rodríguez Romero se hizo cargo en 1961 del Avenida, cine de verano, en la calle Pagés del Corro, Sevilla contaba con 51 cines de verano. "Sólo en Triana había 11", dice este macareno de 68 años que como Juan Belmonte o Jesús de la Rosa, el cantante de Triana, decidió buscar el destino en la otra orilla de la ciudad. El Avenida es el último mohicano de estas salas inseparables de la reciente historia de la ciudad. Tiene los días contados y lo paradójico es que puede perecer en nombre de un llamado Plan Especial de Protección de Triana. "Mi intención es hacer una inversión para hacer algunos arreglos y poner butacas nuevas", dice Luis, "pero aunque no me han dicho nada, ¿cómo voy a arriesgar un dinero que puede acabar en la basura?". El cine es su vida. Y su familia. Su hijo Luis, 38 años, es médico y recuerda los veranos en los que estudiaba los tochos de Hipócrates mientras despachaba en la taquilla; ahora es portero del cine. Stajanov en estado puro: portero de cine, médico y profesor de Educación Física. A don Luis, para qué nos vamos a engañar, le chifla Julia Roberts, que este último domingo de la Velá ha puesto el cine de bote en bote. A estas alturas de la película de su vida, tampoco le van a entrar a su señora, Dolores Sánchez, que es la taquillera del cine, los celos finales de Cameron Díaz en La boda de mi mejor amigo. Don Luis se colocó de botones con 13 años en una empresa de distribución de películas. Siendo contable del cine Rocío, Dolores, la taquillera, se puso de parto; nacía un bebé que con los años sería en invierno el doctor Rodríguez Sánchez y en verano el portero del Avenida. Ya hay en danza una tercera generación: Luis Rodríguez Rodríguez, 8 años, echa una mano en el negocio. No descuida lo demás. "Ha sido el mejor de su clase", dice su padre. Los tres Luises nacieron el mismo día: un 24 de octubre. Una extraña operación pretende acabar con la dinastía. "Según la señora del ambigú", recuerda el abuelo, "esto tuvo muchos dueños. Empezaron a morirse y pasó a Juan Guerra. Eso dicen, porque mi único contacto es ver al administrador para pagar el alquiler". El calor y una buena película, por este orden, son los principales aliados del negocio. "Me gustan las películas de categoría, nada de aventuras y tonterías; dramas grandes de artistas buenos; películas americanas sobre todo, porque las españolas me han dado muchos disgustos. Las españolas las pago pero no las proyecto, son un desastre". Hubo un año en el que Luis, el primero de la saga, despachaba en la distribuidora donde trabajaba con siete ordenanzas, tantos como cines regentaba. El año que se hizo cargo del Avenida había general y preferencia, separadas por una valla. "Los de preferencia se sentaba en sillas de enea". Con la previsible muerte de este cine, el último de su género en Sevilla, puede morir también una forma de disfrutar al aire libre, de compadecer al guionista cuando el chasquido de las palomitas impide apreciar el ingenio en los diálogos; el ciclón de la piqueta puede llevarse también palabras como ambigú o selecta nevería. En los papeles de los terrenos que han pasado por Urbanismo nada se sabe de Juan Guerra. Sí aparece un embajador de España en Nigeria que avala los derechos sucesorios sobre dicho solar de ciudadanos de ese país.

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