MARISA MONTE CANTANTE "No estoy condenada a nada, ni siquiera a cantar"
La tradición brasileña, trenzada con pop internacional y músicas del mundo, crece en la voz de esta mujer de 29 años, llena de magnetismo y de belleza. En 1988, Marisa Monte prefirió cantar las melodías de su país antes que convertirse en una diva operística. El sábado pasado consiguió que el Teatro Cervantes se pusiese en pie, para aplaudir y para bailar con ella un samba apasionado. Pregunta. ¿Por qué abandonó la posibilidad de cantar ópera? Respuesta. Estudié canto lírico para aprender la técnica y para desarrollar mi voz. Y tras pasar un año en Roma, vi Brasil por primera vez, desde lejos, desde fuera. Supe quién era yo, y qué quería cantar. Era esta música la que me motivaba, la mía. P. ¿De dónde viene usted? ¿Cuáles son sus raíces? R. Crecí oyendo a Jorge Ben, a Tom Jobim, a Joao Gilberto, a Elis Regina, a Gal Costa... Me une con ellos una relación de amor. Trabajé con varios de mis maestros, como Gilberto Gil o Paulinho da Viola, ¡y qué placer! Pude entenderme con ellos a través de la música, y además conversar, aprender de sus experiencias, conocer sus puntos de referencia, preguntarles todo lo que quise... P. ¿Y sus compañeros de trabajo? ¿Cómo se relaciona con ellos? R. Con mis compañeros comparto las vivencias, el lenguaje, la perspectiva: pertenecemos a la misma generación y me interesan mucho sus impresiones. Procuro estar siempre cerca, oír lo que hacen. Ellos me complementan: busco su apoyo para las cosas que no hago demasiado bien. Por ejemplo, Carlinhos Brown es un gran arreglista y Arnaldo Antunes es un poeta maravilloso. P. ¿Disfruta el ritmo frenético de las giras? R. Sí, porque sé que después vuelvo a casa y allí estoy tranquila, estudiando, componiendo, cantando con los amigos, produciendo sus discos, aprendiendo. No puedo estar siempre dando, dando, dando. Tengo que absorber información, ver cine, leer libros, estar con mi familia, resguardarme, quitarme de la vista del público. No soy siempre Marisa Monte: también quiero ser Marisa. P. Pero usted nunca se queda quieta. R. Porque no tengo delimitado lo que pertenece a la esfera personal y lo que pertenece al trabajo. Si me llama Carlinhos, ¿cómo voy a decirle que no? Es mi amigo, estamos unidos profesionalmente, me interesa muchísimo lo que hace. Todo se mezcla, la carrera y la vida. Y quiero que las dos sean buenas, interesantes, felices. P. ¿Cómo se ve en el futuro? R. No sé. No estoy condenada a nada, ni siquiera a cantar. Ni a hacer discos con frecuencia. Mis discos no son puntos de partida: vienen de un proceso artesanal, en el que me acerco mucho al público. Y sé que para ellos y para mí la vida es mejor con música.
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