Madre herida

Caminaba con mi hija (una niña india que lleva aquí un año y me dio, conocida en el barrio por su simpatía y sociabilidad) por la calle de López de Hoyos. Al salir de una tienda, otra niña se asomó a la ventanilla de un coche aparcado y gritó: "Negra" Mi hija (tiene dos años y medio) me dijo: "Esta nena..."; seguí caminando. En El País del día 9 de julio se recoge la noticia del juicio sobre el apuñalamiento de un joven al grito de "moro de mierda". No es lo mismo. En un caso era una niña sin conocimiento; en otro, una persona en su sano juicio, que sabe que hay distintas razas en el mundo y es fruto de un país donde han convivido distintas culturas y razas, de un país de emigrantes y rico por sus contrastes.

Soy una madre herida, y lo estaré muchas veces. Estoy cansada de la señora que, tras evaluar nuestro distinto color de piel, pregunta si es adoptada; yo no les he preguntado jamás por su vida privada. Mi hija sabe que es adoptada, y espero darle la suficiente cultura como para que sepa quién es, en qué cultura nació y se sienta orgullosa de ello.

Lo de hoy ha sido más grave, porque venía de una niña, de una mujer del futuro que estamos construyendo. Sólo la educación puede conseguir un mañana mejor y a ello habrá de ponerse la sociedad. No olviden que antes del "moro de mierda" hay muchos detalles que se pasan por alto; no olviden que hubo un Hitler. No consintamos chistes o comentarios racistas; eduquemos para un futuro más solidario. Y no sólo "por ellos", sino por nosotros, pues así nos definiremos como personas más libres, como personas a fin de cuentas.—