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Entrevista:

JOSÉ MILICUA HISTORIADOR DEL ARTE "Los museos sin público están condenados a muerte"

La relación de José Milicua (Oñati, 1921), catedrático de Historia del Arte, y el Museo de Bellas Artes de Bilbao se remonta 60 años atrás. Desde niño recorrió como aficionado la salas del museo, y más tarde ha realizado numerosas colaboraciones profesionales, hasta ser nombrado hace dos años miembro de la comisión de expertos, que asesora a la dirección del centro. Milicua ha formalizado esta semana la donación al museo bilbaíno de una pintura de Aurelio Arteta, una obra que desde su adquisición en Barcelona hace 30 años ha permanecido expuesta en su domicilio. "Desprenderme del cuadro ha sido como sacarme una muela", dijo. "He saldado con ella la deuda que tenía con el Museo de Bellas Artes de Bilbao". El arteta incorporado a los fondos del museo es una obra de los años 30 que transforma el concepto clásico del autor: es una pintura delicada, con una singular composición vertical en la que tras una construcción con vigas de hierro y madera, trabajadas al detalle, se ven dos hombres trabajando. Pregunta. ¿Por qué ha elegido este cuadro de Arteta para realizar una donación al Museo de Bellas Artes? Respuesta. Primero, porque para mí es el pintor vasco más interesante y tiene una obra corta. Y sobre todo porque yo soy de aquí y me empecé a interesar por la pintura en este museo. Venía de niño, con mi padre, luego solo. Cuando me dedique profesionalmente como catedrático del Arte en Barcelona seguí muy vinculado. Desde que soy asesor artístico, se me ocurrió la idea de hacer un regalo para mostrar mi agradecimiento. Además, quise que fuera un regalo que me costara darlo. Esta obra la he arrancado de la pared de mi casa para darlo, con dolor porque no lo voy ver y a la vez con alegría. P. ¿Con que argumentos animaría a acercarse al museo a la gente que no lo conoce? R. Primero diría que es un museo que, a diferencia de todos los museos de este tipo en España, no se ha hecho con material procedente de las colecciones reales o de las iglesias. Aquí se trata de una construcción moderna, hecha por el pueblo, a través de los presupuestos públicos de la Diputación y el Ayuntamiento. Así se ha levantado el edificio y así se ha ido comprando una colección muy equilibrada entre lo antiguo y lo moderno, entre lo vasco y lo internacional. Tiene una personalidad propia y unas obras que son aciertos extraordinarios. Es fundamental, por ejemplo, para conocer a Regoyos, porque hay ventitantos regoyos; quien quiera estudiar a Zurbarán, tiene que venir a Bilbao a ver tres zurbarán preciosos. Uno de los ribera más hermosos es el San Sebastián que hay aquí, y buenas pinturas antiguas. Tiene el material bien repartido y se saben cuales son los vacíos que se van cubriendo. El pueblo de Bilbao debe estar muy encariñado con este museo. P. ¿Qué papel deben jugar en la dirección de los museos los patronatos y las comisiones de asesores? R. Depende de los estatutos, en el Museo del Prado, por ejemplo, [Milicua es miembro de la comisión permanente del patronato del Prado] el patronato es el que manda. En Bilbao, en cambio, somos asesores sin capacidad ejecutiva y funciona muy bien. P. ¿Cómo se mide el éxito de un museo? R. Creo que todo contribuye: una política inteligente de adquisiciones sin empeñarse, la conservación de las obras, las publicaciones, los catálogos críticos, la actividad científica, la presentación de las obras. Cuando se hacen cosas bonitas el público responde masivamente. P. ¿No cree que acude porque se ha convertido en una actividad social? R. Sí, pero eso ocurre en todas partes. P. ¿Y es bueno para los museos? R. Pues sí. Ojalá se convirtiera el museo en un centro al que viniera la gente a pasear dentro todos los domingos, y en el que se dieran comidas. En Estados Unidos las inauguraciones se convierten en grandes fiestas, a 500 dólares [unas 75.000 pesetas] el cubierto, que permiten grandes recaudaciones. La ciudad se involucra en su museo; lo que le pasa al museo le afecta al ciudadano. Y después que se hagan actividades de educación, cursos y buenos catálogos que atraigan y enseñen a la gente. Los museos sin público, aunque también existen, están condenados a muerte.

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