La Vila
MIGUEL ÁNGEL VILLENA A finales de julio La Vila celebra siempre un espectacular y alegre desembarco de moros y cristianos como principal atractivo de sus fiestas. Unos y otros, aquellos que defendían la media luna y los que luchaban con la cruz, dejaron sus huellas en esta ciudad de la Marina Baixa conocida como Villajoyosa por los castellanohablantes, La Vila Joiosa por los valencianohablantes y sencillamente como La Vila por sus vecinos y amigos. Pero no sólo moros y cristianos desfilaron por este litoral desértico y escarpado en un enclave hoy turístico y ayer marinero y agrícola. Romanos, quizá griegos también, turcos y berberiscos marcaron los capítulos de su antigua historia sacudida por invasiones y batallas, por contrabandos y rapiñas, por intercambios comerciales y por aportaciones culturales. Aquellos forasteros de pasados siglos se mezclaron con las poblaciones autóctonas en uno de los mayores ejemplos de mestizaje en un País Valenciano ya de por sí abierto a miles de influencias. Puerto siempre franco, la modernidad sustituyó en La Vila a los piratas o mercaderes por mesnadas de alemanes o nórdicos en busca del sol del Mediterráneo. La fatalidad, encarnada en un joven desequilibrado, ha querido hace unos días que las preciosas calles de La Vila se tiñeran de sangre absurda. Pero el desgraciado suceso, que el puro azar podía haber situado en cualquier otro lugar, ha tenido a un gitano como protagonista y la condición étnica del presunto homicida ha desatado las iras de una minoría de La Vila que ha lanzado una vergonzosa campaña racista. Manifestaciones, amenazas e incluso agresiones han alterado la modorra veraniega de esta villa turística y la han convertido en una crónica de sucesos. Así las cosas parece que el pasado de mestizaje que celebran estos días no está presente en algunos vilers agresivos e incultos. Porque olvidan que su pueblo es patrimonio -para lo bueno y para lo malo- de moros y de cristianos, de alemanes y de valencianos, de castellanos y de turcos. Y de gitanos. Faltaría más.
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