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Proceso al deporte-espectáculo

El caso Festina alimenta el debate público. Tras la victoria de Francia en la Copa del Mundo, el deporte vuelve a ser materia de consenso político: todos contra el dopaje. (...) No sólo se trata de sancionar a campeones presuntamente culpables, de castigar a facultativos que juegan a aprendices de brujo o a directores deportivos que exigen a sus atletas estar en forma durante toda la temporada. (...) Es la legitimidad misma del deporte-espectáculo lo que se cuestiona. ¿Podemos, en nombre de los resultados y de las ganancias, transformar a los forzados de la ruta en ratas de laboratorio? La respuesta sólo puede ser negativa. Campeones, entrenadores, organizadores, directores de las cadenas de televisión y espectadores, todos se tienen que hacer a la idea de que ya no se correrá los 100 m en 9'79, o la maratón en menos de dos horas y que ya no se subirán los puertos del Tour como si fuesen en moto (...). Tendremos que aceptar volver a ver héroes cansados. (...) Paradójicamente, el deporte-espectáculo, que deseaba librarse de las reglas seguidas por todos, se encuentra ahora privado de instrumentos jurídicos creados por el poder deportivo. Al no prevenir los males, ahora está sometido a la misma jurisdicción que los delincuentes. (...) La sorpresa es grande entre campeones y organizadores, que durante mucho tiempo han evitado el desencanto de la gente lavando la ropa sucia en casa. Al fallar la sociedad deportiva, la sociedad en general ha retomado sus derechos

París, 21 de julio

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