Herencia
El interior del edificio que acoge la central de Correos y Telégrafos de Alicante, sito en la céntrica plaza de Gabriel Miró, es digno de figurar en el libro de los despropósitos oficiales, si existiera. Prisionero de una suciedad crónica que rezuma por las paredes, cochambroso, sin refrigeración suficiente y hasta peligroso, porque dificultosa sería una evacuación por esos pasillos constreñidos y angostas escaleras que apenas permiten el paso de una persona, en el interior del inmueble trabajan hacinados unos funcionarios que llevan años reclamando instalaciones dignas, iluminadas e higiénicas. Las demandas jamás han surtido efecto, primero porque no había dinero, después porque los planes de desarrollo, funcionalidad y rentabilidad de infraestructuras aconsejaban un traslado, y ahora, simplemente no les hacen ni caso porque la privatización de los servicios que allí se prestan está a la vuelta de la esquina, y la venta comportará la solución a esos y otros problemas a título de herencia. Acceder por esos pasillos y escaleras al habitáculo donde el público recoge los telegramas urgentes es un ejercicio recomendable para entender la desesperación de los funcionarios, que aunque muchos no lo crean también son personas. Pegada sobre una columna se lee esta leyenda: "Se ruega deje este local tan limpio como le hubiera gustado encontrarlo al entrar". El mensaje, que no tiene nada de subliminal, es toda una invitación a alquilar una excavadora para vaciar el edificio sin contemplaciones, comprar lejía, zotal y pintura y ponerse manos a la obra. A la izquierda de la columna que aguanta el cartel, una cochambrosa jaula con pajaritos se convierte en el único toque humano de las dependencias. Por lo demás, al menos en apariencia, una pocilga. Mosaico multicolor en el suelo, no por estética sino por parcheos sucedidos durante décadas. Paredes desconchadas, mobiliario propio de la época más rancia de la burocracia autárquica, sillas derrengadas y unos funcionarios que, pese al entorno, trabajan.
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