¿Hablar? Hasta no callar
"Las mesas redondas, como se las llama, están hechas para el juego al que se entregan cada verano nuestros brillantes conversadores durante el ocio de sus vacaciones; pero los campos de la muerte son incompatibles con ese tipo de debate y de cotorreo filosóficos. Por lo demás, el nazismo no es una opinión, y no debemos adquirir la costumbre de discutir del mismo con sus propugnadores". Hasta aquí una cita de Vladimir Jankélévitch. O mejor, sigamos todavía, un instante más, con el filósofo de la moral: "Hay crímenes que por su enormidad, su increíble sadismo, son crímenes, en el sentido propio de la palabra, contra la humanidad". Hace unos días, frente al Ayuntamiento de Pamplona, militantes del Movimiento Nacional trataron de extender una pancarta gigantesca en la que aparecía el rostro del penúltimo concejal asesinado por ETA, dentro de una diana, junto a la consigna "ETA mátalos". No se pude decir que la pancarta, en su intención de remachar el mensaje y rematar a los muertos, anduviese sobrada de humanidad. Lo único humanitario fue el gesto avergonzado de los vecinos que impidieron el despliegue de dicha pancarta. Con motivo del asesinato del mencionado concejal, ya el etarra De Juana Chaos, poco dudoso de humanitarismo, había pedido tarta, langostinos y champán (francés, precisó, para más macabro regodeo en el crimen), a fin de celebrar la "jubilación forzosa del franquista antivasco Tomás Caballero". Habida cuenta de que el "franquista antivasco Tomás Caballero" fue el concejal que autorizó en el pasado el izamiento de la ikurrina en el balcón del Ayuntamiento pamplonés, o que poco antes de caer abatido por las balas había propiciado unas mejores perspectivas económicas para las ikastolas de su comunidad, el alegre y combativo De Juana Chaos sumaba a la ejecución misma del concejal los delitos de faltar a la humanidad y a la verdad. Vuelvo a Jankélévitch: "Ese insulto que pisotea, ese insulto infinito es entonces puramente gratuito, no tanto despectivo como malvado, porque su fin es envilecer y degradar para aniquilar". En la misma categoría criminal se sitúa el asesinato del último concejal del PP. En Rentería no sólo se trató de matar, sino de remachar y rematar despiadadamente, con desafiante gesto aniquilador. Y desde luego, el crimen cometido hace un año en la persona del concejal Miguel Angel Blanco, participa de la misma naturaleza. Como nos recuerdan, entre otros muchos, Dostoievski, Camus o Sciascia, la ejecución de la pena de muerte es en sí misma un crimen contra la humanidad, contra el propio ser de la persona, por el que se le arranca a un hombre (y también a los hombres y mujeres que participan de su vida) todo lo que es y todo lo que podría ser. Las palabras de Jankélévitch sobre la naturaleza de los crímenes del nazismo vuelven a ser aquí pertinentes: "Ante crímenes tan repugnantes -los de lesa humanidad-, el movimiento natural del hombre de corazón no es el de precipitarse a los archivos ni el de buscar en el pasado violencias más o menos comparables; un hombre de corazón no se pregunta de qué modo disculpará a los culpables o excusará a los horribles verdugos: el movimiento natural es la indignación". Sin embargo, desde la furia aniquiladora con que los nazis llevaron a cabo sus campañas masivas de "jubilación forzosa", existe una perversión de lo natural en el ser humano que es el regodeo en el crimen, al que no es ajeno el desdén malévolo que remacha el mensaje y remata a los muertos. Y existe, por tanto, una perversión gemela que es el silencio, si no la prisa por buscar en los archivos "violencias más o menos comparables" para empezar un tira y afloja con la verdad. ¿Hablar? Hasta no callar. Primero y antes que nada hasta restituir a la palabra su función: la de sentar la humanidad esencial de cada persona y la de hacer que impere la verdad. No sabemos si lo que se ha llamado el muro vasco caerá en un futuro próximo o lejano; pero una cosa parece poco discutible: ante cada crimen, los ladrillos del muro están hechos de silencio, si no de debates derivados hacia la discusión sobre "otras violencias". Cada enmudecimiento es otro ladrillo en el muro. Otro ladrillo en el muro y en el corazón.
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