Volvió Ullrich como si nada hubiera pasado
El alemán toma el liderato tras la contrarreloj mientras Olano fracasa
Después de seis meses ausente del primer plano volvió Ullrich como si nada hubiera pasado, ajeno a cuantas cosas se han dicho a cuenta de su exceso de peso, alejado del ruido del caso Festina. Volvió como si el tiempo se hubiera detenido un año antes, con la misma fuerza e idéntica codicia. Volvió sin pedir perdón por tan larga espera. Volvió para ganar y poner orden. Su orden. El de quien manda. Silencio en el Tour: Ullrich ya está de amarillo. Muchas vueltas tiene que dar la carrera para verle en dificultad. Detrás suyo, mucho ruido, malas caras, algún rostro de satisfacción y no demasiadas cuentas que hacer. Si Ullrich es Ullrich, ¿quién puede dificultarle el camino? La expulsión del equipo Festina, un equipo capaz de romper la carrera en la montaña, parece dejar un panorama desolador para las dos semanas que faltan de carrera. A salvo de que Pantani quiera rememorar el Giro.Algunos preferían no hacer números. Caso de Olano, la víctima real de la contrarreloj: se batió en retirada en su terreno favorito, ¿qué decir entonces de la que le espera? A su decepcionante actuación se unió la del pelotón español, descalabrado por las curvas del sinuoso recorrido de la jornada. El balance general recuerda al de los peores tiempos, aquellos de los esforzados de la ruta, aquellos del español acomplejado. Las dos promesas del pelotón nacional fueron una ruina: Santi Blanco perdió 7.17 minutos (puesto 103) y José María Jménez 7.51 (puesto 124). Escartín (puesto 50, a 5 minutos) estuvo peor que Pantani, que ha viajado en la cola del pelotón durante una semana. Hasta Mauri fue incapaz de estar entre los diez primeros, como en otras ocasiones. Sólo Vicente García Acosta estuvo en su papel. Las figuras españolas no resistieron la comparación con sus iguales. Fracaso total. Paso atrás. Y eso que lució un sol abrasador.
Olano dice que salió satisfecho. Debió ser por decir algo. No hizo una contrarreloj de menos a más, cual es su costumbre. Tampoco de más a menos, como si hubiera sufrido algún serio desgaste. Ni de menos a menos, que no es cuestión de exagerar. Hizo, simplemente, una contrarreloj inocua, casi anónima, sin explicación aparente, reveladora de que el Tour se le está haciendo grande, de que no es su carrera, una de esas actuaciones que se anuncian negativas desde el primer kilómetro. Su sexto puesto, los minutos que ha dejado de ganar frente a hombres como Pantani, Buenahora, Casagrande y hasta el propio Escartín, le coloca en una posición casi indefendible ante la montaña. Si falla en su terreno debe fallar más en la montaña. Es una vieja ley del Tour: la carretera no descarta por puro capricho.
Las buenas noticias fueron a parar a los cuarteles generales de Jalabert y Pantani, los aparentes rivales de Ullrich en lo que queda de Tour si nos atenemos a una lectura conservadora de la general. Jalabert firmó su mejor contrarreloj en esta prueba y demostró un avance notable en una especialidad en la que, hace escasamente un año, era un corredor mediocre. Posiblemente se había levantado excesiva expectación a su alrededor, pero el mérito es indudable. Jalabert se convierte, además, en el relevo de Virenque ante el aficionado francés. Vuelve a estar en las apuestas, pero ¿podrá con el Tour? Esa es otra historia.
Y queda Pantani, el gran beneficiado de la situación. Ha llegado tranquilo, sin aspiraciones, dispuesto a echar un vistazo a su alrededor y no dar una pedalada de más. Llegará la montaña a menos de cuatro minutos de distancia del podio, cuando hace un año estaba a nueve a estas alturas de carrera. A tiro de piedra, como quien dice. No tiene que preocuparse más que de sí mismo. Y si la cosa va bien, puede intentar tomarle la medida a Ullrich.
Porque Ullrich puede leer la general con especial satisfacción. Puede ser generoso y acordar un armisticio con Jalabert y Pantani. Puede ser que se sienta más precupado por el acoso que se le viene encima de la numerosa prensa alemana que por lo que pueda sufrir en la carretera. Sin la prensencia del Festina parece tener asegurada una vida más cómoda en la montaña, porque los Festina volvían locos a todo el mundo: no debe esperar más ataque que el que proceda de una decisión personal de Pantani. Si acaso fuera que vuelve el Pantani del Giro, el insaciable devorador de montañas, la cosa podría ser divertida.
Pero, de momento, Ullrich ha vuelto. Como si nada hubiera pasado desde la última vez que le vimos de amarillo.
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