En días como éstos
18 DE JULIO. Se decía en broma en Canarias que los mayores errores cometidos allí habían sido dos: uno, por haber dejado entrar a Nelson, que, por estos días, pero hace ya unos cuantos años, perdió un brazo en el puerto de Santa Cruz de Tenerife, y el otro, haber dejado salir a Franco, que era capitán general de Canarias, también en días de julio como éstos, pero de siniestro recuerdo. Para la gente del PP del Ayuntamiento de Santa Cruz el recuerdo de aquel alzamiento no debe de ser tan ingrato porque defienden con ardor la permanencia de la fecha del 18 de julio en el rótulo de una de las calles céntricas de la ciudad. El nomenclátor de allí está repleto de nombres relacionados con aquella gesta, y el propio general Franco es honrado con la dedicatoria de la rambla principal que culmina frente al mar con un monumento en su honor. Los del PP aducen la falta de memoria de los jóvenes, que ya no tienen recuerdo de la guerra civil, según ellos, para que la fecha del 18 de julio siga donde está.EJERCICIO DE MEMORIA. Carmen Hidalgo Muñiz, de Sanlúcar la Mayor (Sevilla), me cuenta, en cambio, la historia de una lápida que quieren poner, o de una memoria que quieren reconstruir. Porque allí, en su localidad, cuando en el 36 el Ayuntamiento democrático se rindió al gobierno de los insurrectos, se llevó a cabo una oleada de detenciones que produjo un incalculable número de desaparecidos. Casi todos parece que eran ajenos a cualquier adscripción política y muchos de ellos no habían alcanzado la mayoría de edad. Carmen Hidalgo supo de esto por un documento que ella llama la lista de la vergüenza, que le entregó un anciano del pueblo. Pero la relación la constituía un conjunto de apodos y de alias que sin las aclaraciones que le hizo el anciano quedaba un poco sin sentido, aunque algún mote justamente -¿ "Antonio, La Escudera, por ejemplo?"- podría explicar algo por sí mismo. Carmen se preguntaba cómo si ahora un magistrado español tiene la iniciativa plausible de hacer justicia a los desaparecidos de modo salvaje en otros países, ellos podían permanecer pasivos ante las listas de su propio horror, de la crueldad que atenazó a los más próximos. Y se puso a indagar casa por casa, vecino por vecino, hasta poner nombres propios y apellidos a aquellos alias. Aquí ya no queda justicia que reclamar, han pasado los años y han venido las reconciliaciones, pero Carmen piensa que a lo que no se puede renunciar es al recuerdo que esos inocentes anónimos merecen. Si hubiera seguido el criterio del olvido que propugnan los populares del Ayuntamiento capitalino tinerfeño, Carmen se hubiera ahorrado ese trabajo de recomposición del recuerdo y la iniciativa que ahora van a llevar a cabo allí de colocar una modesta lápida en el cementerio para honrar así a quienes por querer la libertad encontraron la muerte. Han pedido un epitafio a un escritor justamente para que los jóvenes de la localidad no pierdan la memoria, como parece que complace a los que nos quieren olvidadizos.
INDICADORES. José María Álvarez del Manzano seguramente participa de la misma convicción que los ediles populares del Ayuntamiento canario, pero no ha tenido reparos en subsanar la debilidad de memoria de los jóvenes con una profusión de placas por toda la ciudad que recuerda dónde vivió o murió tal o cual vecino ilustre, dónde hizo la más mínima cosa o qué convento había donde se alza hoy una ya vetusta casona. Álvarez del Manzano recuerda toda la historia de los siglos pretéritos por medio de lápidas y rótulos que ponen en riesgo nuestra seguridad vial, pero que garantizan nuestra documentación histórica. Y la actuación en este sentido de tan ejemplar alcalde no sólo debería de cundir para la proliferación de chirimbolos, obstáculos para romperse las narices, estatuas anacrónicas y de dudoso gusto o fuentes innecesarias, sino también para ese ejercicio didáctico que podría servir a los demócratas del PP para evitar la amnesia o el desconocimiento de nuestros jóvenes. Así, pues, sus correligionarios insulares podrían solicitarle que les pusiera en contacto con la empresa de rótulos históricos, seguramente próspera, para aclarar a los transeúntes de Santa Cruz qué significa el 18 de julio.
UN SUEÑO. Pero el propósito de desmemoria no sólo alcanza a los políticos: de la contemplación de la hermosa muestra sobre Federico García Lorca que se exhibe en el Reina Sofía, de Madrid, podría deducirse, por la correcta acta de defunción del poeta que se expone, que ningún drama acompañó al cruel asesinato de Lorca. Tanto se ha insistido en que este centenario es el de su vida y no el de su muerte que es posible que pretendan hacernos entender que todo fue un sueño. No se recuerda sublevación alguna ni hubo crimen en Víznar.
POSDATA. "Aunque nos olvidemos / de olvidar / seguro / que el recuerdo nos olvida". (Mario Benedetti, cantado ahora por Loquillo en Con elegancia).
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