El patriarca ortodoxo llama al arrepentimiento colectivo
, La mayoría de quienes escucharon ayer el mensaje del patriarca Alejo II no había nacido cuando Yákov Yurovski disparó el primer tiro, el que mató en el acto a Nicolás II, la noche del 16 al 17 de julio de 1918. Por eso sonó a exagerado el llamamiento al arrepentimiento colectivo lanzado ayer por el jefe de la iglesia ortodoxa desde el monasterio de la Trinidad de San Sergio, a 70 kilómetros de Moscú, espléndido marco robado por unas horas a los turistas. Fue un mensaje repetido como un eco por las iglesias de todo este inmenso país. "Cuanto más tiempo pasa", aseguró Alejo II, "más se acuerda nuestro pueblo de ese crimen, más siente su culpa".La ceremonia sólo congregó a tres miembros de la familia Románov, aunque uno de ellos, Gueorgui, de 16 años, que vive en Madrid, es el principal pretendiente a la herencia dinástica de Nicolás II. Junto a él asistieron su madre, María Vladivirovna, y su abuela Leonida Gueorguievna, que reside en París. Su rechazo a los actos de San Petersburgo no responde tanto a las dudas sobre la autenticidad de los restos como a la supuesta precipitación y falta de pompa y protocolo de las exequias, impropias, piensan, de quien fue poco menos que un dios viviente.
En circunstancias normales, una misa presidida por el patriarca, acompañado de todos los miembros del Santo Sínodo y de otros 12 altos dignatarios ortodoxos, debería haber eclipsado a una ceremonia oficiada por siete popes y cinco diáconos. Alejo II intentó, con poco éxito, suplir así su ausencia de San Petersburgo, provocada por las dudas sobre la autenticidad de los huesos y por el temor a agrandar el cisma con la iglesia ortodoxa del exterior, que canonizó hace 17 años al zar y su familia y que considera el entierro una burla grotesca.
Cuando el jefe de la iglesia ortodoxa rusa decidió no viajar a la antigua capital imperial ya sabía a lo que se arriesgaba: a que los focos apuntasen a otra parte. El presidente Borís Yeltsin se dio cuenta y supo rectificar a última hora.
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