¿Dónde está el escándalo?
La detención del director deportivo del Festina, el primer equipo del mundo, en pleno Tour de Francia, la captura de un alijo (así podría denominarse) de sustancias prohibidas en un coche del equipo y la actuación policial en curso son tres sucesos de tal magnitud que explicarían un hipotético colapso de la carrera. Pero no es así, como en otras tantas ocasiones. Los corredores consumen los kilómetros de rigor ajenos a la polémica y el público rodea la carretera con el entusiasmo de costumbre. ¿Dónde está el escándalo entonces? La carrera parece haber pasado a un segundo plano en los medios de comunicación ante la gravedad (y la espectacularidad) de un proceso abierto cuyas consecuencias aún se ignoran. En ese sentido, no hay Tour, hay escándalo, no hay victorias, sino un puñado de sospechas; el maillot amarillo es un personaje anónimo al lado de la notoriedad que ha alcanzado el detenido Bruno Roussel. Una sensación de suciedad, agravada por la proliferación de especulaciones sin rigor, las medias palabras y, como no podía ser de otro modo, la aparición instantánea de la moralina. La lucha contra el dopaje, la exigencia de un deporte limpio y sano, la protección de los iconos que movilizan a la juventud y a la ciudadanía. Días después de que hayan sido canonizados los futbolistas de la selección francesa como héroes nacionales tras la conquista de la Copa del Mundo, ahora que van a ser condecorados con la Legión de Honor, aparece la otra versión de la realidad, la cara oculta del deporte, la necesidad de ejemplarizar. Y, nuevamente, es el ciclismo el elegido: hay que desempolvar el caso de Tom Simpson, muerto en carretera por sobredosis de estimulantes en 1967.En estas ocasiones, lo correcto es ponerse en primera fila: hay que acabar con el doping, hay que solicitar que la justicia llegue hasta el último responsable, demandar sanciones en grado máximo y nuevas medidas coercitivas. Las autoridades deportivas nacionales e internacionales asentirán efusivamente al tiempo que tranquilizarán a la opinión pública sobre las conquistas que se han logrado en los últimos tiempos en la lucha contra el dopaje. Pero no es así: el dopaje es un fenómeno natural (por no decir obligado) en todo deporte profesionalizado, cuando inmediatamente después de la gloria deportiva están la fama y el dinero, cuando la esencia de la competición es explorar los límites del cuerpo humano, cuando el deportista sale a la cancha con la responsabilidad de satisfacer a la patria. Lo es en el ciclismo desde el principio de los tiempos porque nació como deporte profesional, lo ha sido masivamente en los Juegos Olímpicos a partir de que los países del Este fueron quienes iniciaron el proceso de profesionalización encubierta y descubrieron los beneficios de la utilización del deporte como arma de propaganda política. Los mismos que hoy hablan de lucha contra el dopaje glosaron en su día la calidad deportiva de los atletas de la Alemania del Este. Como quienes utilizaron a Maradona y ahora le repudian, como quienes venden Ronaldo al mundo y exigen que juegue la final a cualquier precio.
Es el momento de hablar del dopaje. Es la rutina tras cada escándalo. Abrir el archivo. Tom Simpson, Ben Johnson, las atletas del Este, Maradona, las nadadoras chinas, los estimulantes, los anabolizantes, la EPO y la hormona del crecimiento... Es parte del juego, la cara que hemos querido ocultar. Quizás ahí estuvo el error, en no decir toda la verdad a tiempo. Es la otra cara: tras cada deportista de élite hay, necesariamente, servicios médicos, farmacia y unas exigencias. Así es el deporte. Negarlo es falsear la realidad.
Un juez de Lille ha abierto una investigación. Existe en Francia la experiencia del Marsella: se constató que hubo compra de partidos en la Liga francesa de fútbol, que se amañaban partidos de las competiciones europeas, que se compraron árbitros y se manejó dinero negro. No se pudo ir más allá. Se castigó a los culpables y se cerró parte de la investigación. Alguien trabajó para satisfacer una necesidad: Francia necesitaba un equipo en la élite europea. Asunto olvidado: ahora Francia es campeona del mundo. La sanción fue una conquista, dijeron. Demasiados ejemplos, demasiadas transgresiones para hablar de progresos en la limpieza del Deporte.
El mundo del ciclismo vive atemorizado. Puede ser un hecho aislado o no. Puede poner de manifiesto la existencia de una red de tráfico de sustancias o algo más: una práctica generalizada. Se buscarán culpables y serán castigados. Se propondrán medidas y serán inmediatamente aplicadas. Y nos harán creer que se ha dado un nuevo paso en la conquista de un Deporte sano y limpio. Es parte del juego, del doble juego, un juego en el que siempre ganan los mismos.
Ningún dirigente del Este europeo perdió sus prerrogativas en los organismos internacionales del Deporte a pesar de varias décadas de dopaje institucionalizado. En esas alturas, no hay procesos. Ellos vigilan, mandan, firman contratos multimillonarios por todo tipo de derechos, hacen las reglas.
¿Por qué los deportistas no lo han entendido todavía? Lo importante es participar y disfrutar del juego. No es necesario nada más para que los derechos de televisión se multipliquen de año en año.
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