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Tribuna
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La costa

Miguel Ángel Villena

MIGUEL ÁNGEL VILLENA Hace unos años el concejal de un municipio turístico denunció a través de este periódico que todos sus compañeros de consistorio habían firmado un acuerdo ante notario, por el que se comprometían a pagarse unos a otros indemnizaciones millonarias si alguno de ellos rompía el pacto de gobierno. Los implicados y algunos lectores con buena memoria recordaran en qué pueblo ocurrieron los hechos, pero su nombre poco importa porque la historia podría haber tenido otros muchos ayuntamientos como escenario e infinidad de concejales como protagonistas. De hecho, el turismo ha puesto en juego intereses tan enormes y operaciones tan sucias que las actitudes dignas se han convertido en la excepción que confirma la regla. La urbanización, o más bien habría que decir la devastación, de la costa valenciana abrió paso a un paraíso de dinero fácil, de ganancias astronómicas con apenas retocar el trazado de un plan de ordenación. Antiguos agricultores de un secano desértico o míseros pescadores vieron crecer sus cuentas corrientes con la venta de terrenos baldíos que derivaron en auténticas fortunas en manos de un ramillete de constructores, intermediarios y políticos que han alumbrado una de las mayores concentraciones de nuevos ricos por metro cuadrado. Becerro de oro que atraviesa ideologías, credos, comarcas y partidos, el desarrollo turístico ha sido un objetivo intocable al que sólo se oponen unos ecologistas tildados de aguafiestas o de enemigos del progreso por aquellos que destrozan la naturaleza. Además, y pese a tratarse de una de las principales riquezas valencianas, el turismo no suscita debates de fondo salvo cuando está en juego el bolsillo de los padrinos. En esta clave se explican conflictos por segregaciones, pleitos de competencias y compras de votos, síntomas hoy más que nunca del ultraliberalismo impulsado por el PP. Así pues, la costa valenciana se erige en un aterrador monumento a la codicia y al mal gusto, glorificado cada verano por las vacaciones del presidente Aznar. ¿Alguien da más?

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