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Una presentación viva de la libertad

Basi Mira Azorín, que con Jordi Maragall Noble venía acompañándonos a tantos durante tanto tiempo, acendró un sentido de la libertad tan profundo y transitivo que apenas si advertíamos el don de tenerla con nosotros. Para conversar, para compartir alegrías, para callar la desolación, para confirmar desde ella la comunión del sentir y la conciencia de un saber que el silencio podía resumir perfectamente en su transparencia absoluta. Con su significación más allá de las palabras. Los sesenta y dos años de plenitud y zozobras compartidas que recordaba en Les Corts Josep Rovira no sólo han girado en torno al círculo familiar. Y no sólo, aunque principalmente, en torno a Basi y Jordi. Pues los altos de Brusi conforman también la pacífica fortaleza abierta y precisa donde habíamos conocido a Lanza del Vasto, a John Robinson, a Pepe Bergamín, a Arturo Soria, a Faustino y María Cordón; y asistido a las pláticas filosóficas de Josep Calsamiglia y Jordi. También al comentario sobre alguna traducción de Manolo Sacristán, y a la dedicación a sus vocaciones respectivas de los amigos: José M. Valverde, Alfonso Carlos Comín y tantos más. Una suerte de ágora libre, previa a la transición, como un buen augurio. Y de ahí, como desde un trasfondo o franja recurrente de autenticidad irreductible a la sordidez de la dictadura, emerge la figura de Basi. Y digo figura, porque su presencia no deja de acompañarnos. Como a ella la acompañaban, vivos, los versos de Joan Maragall. Con Basi aprendíamos lo que aquellos años nos hacían ignorar. El asentimiento a la vida y el reconocimiento de nosotros mismos, sabiéndonos partícipes de una aventura común. Y extraordinaria, porque en un tiempo en el que todo parece abocado a asociarse en función de intereses, pensar en Basi es pensar, por ejemplo, en el título del poema de Carlos Barral Le asocio a mis preocupaciones. La asociamos a nuestras preocupaciones, en efecto. Pues la experiencia sólo existe, si vinculada a las ilusiones y proyectos de otros. Para Basi, sus tiempos salvados -en la Institución, en el noviazgo, en las veladas fraternas, en su intocable Madrid personal, en la preocupación por la fortuna de hijos y amigos, en los viajes con Jordi- eran el tesoro garante de que siempre, a pesar de todo, puede retornar la alegría. No hay tiempo que perder, y sus dones habitan el presente. En las pocas semanas del pasado tiempo reciente, Basi se debilitó. O quizás se dijo ya está bien, sujeta como estaba al filo de la alarma por Jordi. Cómo olvidar su amable sonrisa reticente ante las garantías de la Ciencia que ella, por lo demás, respetaba. Creo que en los mensajes poéticos que fue esparciendo, parece estar mirándonos ya a través de un espejo. Sólo esperaba porque sólo recorría su memoria. Y ahí planeaba la peor de las injusticias. Sobre la unión de dos, tan feliz, se abatía el lado de sombra de una separación que, siempre inadmisible, lo es infinitamente más al escindir sin piedad una unión que ya ignoraba serlo. Una unión que apenas se notaba, por serlo tan de dos. Basi se ha ido, y la impresión primera es que con ella se va una representación viva de la libertad. Por lo mismo, queda de ella como una apuesta en vilo por lo que ser libre supone: no quedarse en una misma, legar la pasión por compartir conocimientos, no renunciar a las propias convicciones. Una segura ilusión convencida es que Basi aún sigue con nosotros, aunque sólo ahora, o más ahora, reparamos en la ausencia del don que ha supuesto tenerla cerca, atenta y animosa para todos. Se formó en la Institución Libre de Enseñanza. Junto a la oxigenación de los años republicanos y sus gentes, la calidad personal es una suerte de milagro natural que se extiende y cunde, generoso. Con sus hijas e hijos, con el arco familiar extendido más allá del irreductible círculo primero, lloramos hoy la pérdida de una amiga íntima, superior, inmensa. Y la sabemos aún aquí, en el silencio que nos reúne. Su sonrisa, su inteligencia, su afán de saber, su amor por la poesía y la novela y el cine, nos legan una esperanza indeleble. Saber que todos asistimos a la memoria de la ciudad que es historia, y que ella nos acompaña. Con el abrazo mental de su gracia, y su presencia permanente con Jordi. Gracias, Basi. Gracias por tu vida.

Lluís Izquierdo es catedrático de Literatura.

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