El dedo
Es sabido el poder que tiene una imagen multiplicada y difundida por los medios de comunicación para transmitir un mensaje psicológico, sea real o no. El personaje de una fotografía, su momento o su gesto transmiten colectivamente una impresión sobre su carácter o su personalidad. Las personas públicas lo saben muy bien. No digamos los políticos. Ante el fotógrafo, un gesto amistoso dirá de su talante simpático y abierto. Un gesto hosco o excesivamente serio hará pensar en hipotética antipatía. Por tanto, cuando se trata de dar imagen de autoridad, un dedo índice levantado a tiempo con gesto de mandato o de advertencia dejará muy claro quién es el que en realidad lleva la voz cantante.El presidente del Gobierno practica a menudo este eficaz recurso. Que habla con algún líder sindical y hay una cámara, levanta el dedo; que habla con un dirigente de la oposición y hay una cámara, levanta el dedo también. Lo hizo con Fidel Castro para darle lecciones de democracia, y lo ha hecho hace nada en Egipto. Mientras el presidente egipcio, Mubarak, estaba hablando ante el micrófono, según se deducía con facilidad de la fotografía, Aznar advirtió con el rabillo del ojo al fotógrafo y, sin dilación, levantó su dedo autoritario. Extraña imagen, siendo otro en ese instante el orador. En contraste con ella, la foto del día siguiente: ¡qué atento, sumiso y entusiasmado embeleso el de Aznar escuchando a su seguramente admirado Netanyahu, el dirigente israelí que ha echado por tierra el proceso de paz entre árabes y judíos. Allí no levantó su índice.- . .
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