Zagalo: "Fue un trauma la lesión de Ronaldo"
El técnico brasileño explicó que alineó al delantero porque notó que el equipo se hundía psicológicamente si no lo hacía
Sentado en el césped, mirando hacia el suelo, sin apenas hablar. Consolado por Bebeto y por un par de jugadores franceses que se acordaron de él. Tenía que ser su final y acabó siendo su pesadilla, con la torcida muda y escuchado por cualquier esquina del campo corear La Marsellesa. Ronaldo no existió en Sant Dennis: apenas tocó dos balones en la primera mitad -chutó una vez y chocó después por las aires con Barthez- y en la única ocasión que tuvo en la segunda mitad se encontró con el portero francés. Ronaldo había arrastrado problemas en una rodilla y en un tobillo -en un encontronazo con Davids en las semifinales ante Holanda- pero nada hacía indicar que debería quedarse en la enfermería. "Está perfectamente. No tendrá problemas", decía con insistencia Zagalo. Justo antes de la final, justo horas antes del partido que esperaba desde hacía cuatro años, Ronaldo se rompió. París le dejará un recuerdo amargo: la Copa se quedó en Francia y se queda lejos del Pichichi (cuatro goles frente a los seis de Suker) e incluso por debajo de Vieri y Batistuta (cinco) que abandonaron el Mundial en cuartos.Ronaldo presenció la ceremonia final sin derrumbarse, tomó el camino de los vestuarios, ayudó a desplegar la pancarta con la que se despidieron los brasileños -"Havelange, el fútbol te da las gracias"- y se marchó. "Su lesión fue un trauma. Hemos pasado momentos muy duros en la concentración. No estaba para jugar. Confeccioné el equipo y vi que estaba hundido psíquicamente. A final, le puse", explicó el seleccionador, Mario Zagalo, completamente desencajado. Fue entonces cuando acabó perdiendo los nervios. Mario Leao, del diario O Dia, le preguntó por qué había alineado a Ronaldo lesionado: "Tengo dignidad, moral y palabra. Me ha estado esperando muchos años. Y repito que yo tengo dignidad ¿Por qué no salió usted a hablar en el Mundial de 1994?". Y Zagalo desapareció.
La noche había empezado para Brasil de forma extraña. Zagalo facilitó la alineación de Brasil sobre las 19.00 horas sin la presencia de Ronaldo. Su puesto lo ocupaba Edmundo. Una hora después, los voluntarios de la organización se apresuraban a repartir una nueva hoja rectificada. El nombre de Ronaldo volvía a estar escrito. "Un error", decían. Corrió incluso el rumor de que se trataba de una estrategia del seleccionador para confundir a Jacquet. Al final, Ronaldo apareció en el césped y Brasil respiró aliviado.
Casi nadie sabía entonces que acababa de llegar de un hospital de París donde se le había examinado el tobillo, según explicaba un tercer comunicado de la organización, que recordaba los ligeros problemas que había tenido en los últimos entrenamientos. Todo quedó al final en una extraña nebulosa. El médico de Brasil explicó que Ronaldo se había encontrado mal después de comer y que le había suministrado unos antibióticos que le habían aliviado el dolor. Después fue al hospital y llegó con prisas al campo. Jugó, pero casi como si no hubiera estado. Ronaldo prefirió ayer eludir los micrófonos. "Yo tengo esposa e hijos. Él tiene mucha más presión que yo", le disculpó Roberto Carlos. "Los goles han marcado la diferencia pero hay que irse con la cabeza alta".
"Lo importante es que hemos llegado a una final. No lo hemos hecho bien y a la nueva generación le recomiendo que trabaje mucho", dijo Dunga, el capitán, que ayer se despidió de la selección. "Hemos jugado mal la primera parte y eso ha sido clave", admitió Rivaldo. Y Edmundo se despidió de una forma muy particular del Mundial: "No he tenido tiempo de demostrar mis cualidades aunque este Mundial me ha servido para demostrar que soy una buena persona: no he tenido problemas ni con el equipo, ni con los compañeros ni con nadie".
Fundidos en un abrazo, besándose, el uno felicitando al otro y el otro consolando al uno, Aimé Jacquet y Mario Zagalo llenaron la sala de prensa de emotividad. Jacquet estuvo muy respetuoso con Lobo Zagalo, al que dijo admirar como futbolista que ya fue y como entrenador, tanto que le regaló públicamente una zamarra de la selección francesa con el número 20 y la firma A.Jaquet. "La victoria de Francia fue merecida. Lo vi desde el principio. Estaba viendo desde el banquillo los problemas que teníamos y pensé que sería una gran suerte si acabábamos con sólo un gol en contra. No pudo ser y nos metieron el segundo", terminó Zagalo: "La Copa está en buenas manos".
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