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LA DIMISIÓN DEL PORTAVOZ DEL GOBIERNO

"Yo no seré el que venda los logros de este Gobierno"

Javier Casqueiro

Miguel Ángel Rodríguez tenía un plan para escenificar su despedida y la actualidad se lo desbarató. Pensaba dedicar esta su última semana como portavoz del Gobierno a prepararse una salida adecuada en encuentros particulares con representantes de diversos medios de comunicación y su brusca irrupción el pasado domingo en la polémica lingüística sobre el catalán desenfocó sus preparativos.Su examen de conciencia final empezó a materializarse en realidad el sábado pasado, durante un encuentro con medio centenar de jóvenes convocados por las Nuevas Generaciones del PP en Navacerrada (Madrid). Entonces, entre numerosas confesiones y tras encajar una catarata de acusaciones, Rodríguez reveló un dato: "Yo no seré el que venda los logros de este Gobierno".

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Algunos de los jóvenes con los que charló ese día le reprocharon sobre todo su soberbia. Rodríguez admitió que ése es uno de sus principales defectos, aunque matizó, en su favor, que no se mide a todos los políticos ni a todos los partidos con el mismo rasero. El ex portavoz del Gobierno justificó así que algunos de sus errores se magnificaban para hacerle más daño a Aznar. Y puso como ejemplo su famosa "metedura de pata" sobre la conveniencia de montar una selección de canicas cuando el Gobierno de la Generalitat anunció su interés por contar con selecciones deportivas propias. Rodríguez admitió que se dio cuenta de la trascendencia de ese dislate cuando observó en la televisión su intervención. Dice que fue ahí cuando se arrepintió.

Rodríguez, desde luego, no eludió ese día ante los jóvenes la avalancha de críticas a su capacidad para comunicar los éxitos y la mejor imagen del Gobierno. Aceptó la imputación y no le concedió mayor importancia. Hace tiempo que sostiene esa postura. En parte, para servir de parapeto a los que apuntan como eje del problema no al instrumento de la comunicación (él), sino al propio presidente.

Maquinaria electoral

Tanto José María Aznar como Rodríguez defienden la teoría de que a los españoles ni les preocupa ni les interesa ahora que el Gobierno promocione bien sus méritos. Apuestan por que se valore al final su capacidad de gestión de los problemas que afectan a los ciudadanos. En la tarde del viernes pasado, el propio Aznar, en el mismo foro, descubrió otro aspecto de su filosofía de la lluvia fina. Aznar les contó a esos jóvenes que el Gobierno no pone en marcha ahora su gran maquinaria electoral porque no surtiría efectos y se reserva esa baza para el final de la legislatura.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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