Francia necesita la pasión brasileña
Más de uno puede preguntarse quién es el anfitrión en la Copa del Mundo que mañana termina en París. A Brasil le sobra lo que Francia necesita con urgencia: pasión de su hinchada en las gradas. Los jugadores de Aimé Jacquet lamentaron ayer la frialdad de su afición. "Estoy harto de oír samba durante 90 minutos en los partidos de Brasil", dijo ayer el capitán Deschamps. Necesitan en el estadio de Saint Denis la euforia que se ha desatado en las calles. No será fácil.
El prohibitivo precio de las entradas —en la final oscila entre las 8.700 y las 74.000 pesetas— ha excluido a los verdaderos apasionados por el fútbol. Y deportivamente, arrastra Francia dos problemas: Laurent Blanc, expulsado en la semifinal, no jugará, y Karembeu, con un esguince de tobillo, es muy dudoso. Brasil, por el contrario, desea huir de las masas por un día. El seleccionador Mario Zagalo ordenó ayer un entrenamiento a puerta cerrada. Difícil objetivo: una palabra de Ronaldo vale más que cualquier prohibición. Página 38
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