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Tribuna
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Prohibido

Cada vez hay menos cosas prohibidas, sin embargo la convivencia equilibrada entre los seres humanos y su entorno se debilita e incluso se fractura. Ello provoca, por supuesto, descompensación, donde una de las partes que se encuentre en debate puede ser arrollada, sin pena, gloria o excusa, por la otra. Es frase que escuchamos con frecuencia, cuando alguien está decidido a hacer lo que le da la real gana: "Oiga, estamos en un país libre, ¿no?", y sigue sacándole humo a una tagarnina, justo debajo del cartel que proscribe fumar. Hemos nacido y crecido en una sociedad que impartía continuas normas y quizás ello fuese etapa necesaria para desarrollar una existencia en común que iba a tener lugar, primordialmente, dentro de las grandes ciudades. En el pueblo, en el caserío de cada uno, la voluntad propia hacía la ley e imponía las costumbres. Quien no estaba de acuerdo se retiraba a su casa y, dentro de ella, el miembro desacordado encontraba la puerta abierta para largarse.Una educación indispensable, que entra por los ojos, ya que la mayoría de las imposiciones provenían de una autoridad competente que utilizaba los muros y paredes para pintar sobre ellos consignas, o colgarlas. Nos parecen ridículas, vejatorias incluso y, sin embargo, las estimo indispensables y en algo colaboraron para cepillar y suavizar la híspida epidermis ibérica. El que, entonces, no sabía leer contaba con alguien dispuesto a instruirle. Quizás una de las primeras consignas procedían del lugar originario. En las afueras, otra advertencia: "No cruzar las vías", que sólo evitaba los accidentes en el paso a nivel imprevistos por la providencia y la fatalidad.

No estaba permitido hablar con el conductor, en tranvías y autobuses. La fórmula ha desaparecido, como inútil. Algún conductor madrileño entretiene los largos trayectos echando amplias parrafadas con los inspectores, otros colegas o personas de su conocimiento.

Se ha logrado -y no acabo de maravillarme- que el público no fume en los transportes públicos, salvo, a veces, el propio y estresado chófer que entreabre la ventanilla, si no hace demasiado frío o demasiado calor, para despachar el pitillo. En el Metro, hasta hace poco, campeaba la consigna "Prohibido fumar o llevar el cigarro encendido", pues siempre existió el ordenancista que argumenta como derecho lo que no está proscrito de forma tajante y específica.

Expresamente prohibido hacer aguas, escupir en el suelo, fijar carteles, pisar el césped, blasfemar, tocar los objetos, hacer fotos, bajar en algunos ascensores, girar a la izquierda, aparcar, adelantar en cambio de rasante, tocar el claxon, pedir limosna, cazar y pescar en época de veda e incluso, no hace tanto, el piropo callejero, lo que no ha sido sensible pérdida ante la decadencia del caletre imaginativo de los madrileños, las prisas con que se circula, amén de la escasa o nula predisposición de las mujeres a ser alabadas sin discriminación o encarecidas sin fundamento. Y, por descontado, el acceso de toda persona ajena a la obra.

En una taberna que hubo en la parte alta de la calle Fuencarral, un conciso y explícito letrero describía el talante melódico del propietario: "Se prohíbe cantar, ni bien ni mal". Esto no era exclusivo de aquel local. En algún chigre asturiano aparecía una ampliación: "y ser grandón", palabra con la que se designa en aquellas benditas tierras al pelmazo que tiene mal vino o mala sidra y excesiva condescendencia consigo mismo, rara vez compartida. Creo que fue Curzio Malaparte quien describió, con acierto, la esencia de una dictadura: "Allí donde lo que no está prohibido es obligatorio".

Ya no hay dictaduras visibles en nuestro entorno, y disponemos de la más amplia libertad de crítica y de queja, incluso para solicitar el libro de reclamaciones, cuando consideramos que se conculca alguno de nuestros derechos. Recuerden lo que pasa, cíclicamente, en el aeropuerto de Barajas, con los pasajes, las maletas o las inaguantables demoras. Lo malo es que no sabemos cuándo y cómo ocurrió, pero no existe o no aparece por parte alguna el libro de reclamaciones.

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