El peligro de quiebra económica amenaza la estabilidad de Rusia y el poder de Yeltsin
Rusia vive en estado de crisis permanente desde hace un año, pero nunca como en los dos últimos meses, y sobre todo en estos días, ha parecido más real el peligro de una hecatombe financiera que podría llevarse por delante al propio Borís Yeltsin y la estabilidad política trabajosamente conseguida desde que la URSS se hizo pedazos, hace seis años y medio. El primer ministro, Serguéi Kiriyenko, buscará hoy la complicidad del Consejo de la Federación (equivalente al Senado) para evitar lo peor con la aprobación de su programa de estabilización.
Más que en el Parlamento, sin embargo, el destino de este inmenso país con 10.000 cabezas nucleares se juega en otro frente: el de la negociación con el Fondo Monetario Internacional sobre un préstamo de estabilización que devuelva la confianza a los inversores. Una ayuda, que se pretende supere los 2 billones de pesetas, que difícilmente se concretará antes de agosto y que, si llega, incluirá condiciones difíciles de tragar para un país que se resiste a no ser tratado como superpotencia.Por si no tenía bastante con la realidad objetiva, Borís Yeltsin ha de enfrentarse además a rumores con negativas consecuencias sobre los mercados financieros. Ayer, el Kremlin salió al paso de tres que hicieron temblar al marco alemán en las bolsas asiáticas: muerte de Yeltsin, golpe de Estado y devaluación del rublo. Para matar toda duda, el presidente apareció por televisión, con buen aspecto, y aprovechó para decir que tiene la capacidad y el "plan de acción" necesario para defender al rublo.
Para colmo, Igor Shabdurasulov, vicejefe de la Administración presidencial, considerado un hombre del defenestrado primer ministro Víktor Chernomirdin, expresó ayer su "opinión personal" de que Yeltsin no debe optar a un tercer mandato porque "no se puede decir que su condición física sea la ideal". Una verdad como un puño. "Todos estos años en la política", añadió, "tienen un costo, una carga de cansancio físico y psicológico".
La salud del mandatario
Desde que le fue implantado un quíntuple puente cardiaco, en noviembre de 1996, el líder del Kremlin ya no es el que era. Su salud ha tenido en vilo a Rusia y al mundo entero, y sus "agudas infecciones virales respiratorias" han dado origen a especulaciones que van desde la demencia senil a la arterosclerosis cerebral. Mientras Yeltsin deshoja la margarita de si se presenta o no a la reelección dentro de dos años, los acontecimientos pueden tomar la decisión por él. Hay dos escenarios en los que ni siquiera podría darse por seguro su continuidad en el poder: el colapso financiero y la explosión social.Si hay colapso económico nadie podrá decir que le pilla por sorpresa. Existe un desequilibrio brutal entre gastos e ingresos, la norma es evadir impuestos y no pagarlos, el tejido productivo está en ruinas, no hay dinero en caja ni para pagar sin agobios el servicio de la deuda, la Bolsa ha perdido el 70% de su valor en lo que va de año, el rublo está amenazado de devaluación y el Banco Central apenas si tiene unas reservas de 15.000 millones de dólares, incluyendo el oro. Si el FMI, el Banco Mundial y los países del Grupo de los Siete no acuden pronto al rescate, el rublo no podrá aguantar y, si cae, se hundirá con él la confianza de la población, será casi imposible contener la inflación y existirá el riesgo de quiebra del sistema bancario. Ningún presidente podría aspirar a ser reelegido con esa hipoteca.
El segundo gran peligro es la explosión social o, sin llegar a tanto, la extensión de las protestas de mineros, científicos, empleados de la industria de defensa, médicos, profesores y otros colectivos que llevan meses sin cobrar unos salarios que, ni siquiera de llegar puntualmente, permitirían una subsistencia digna. Ahora mismo, los mineros de Kemerovo están a punto de cortar el país en dos con el bloqueo de las líneas del ferrocarril transiberiano, mientras que los del Ártico llevan casi un mes protestando ante la Casa Blanca (sede del Gobierno de la Federación Rusa). La situación es desesperada, aunque la existencia de una gigantesca economía sumergida, el recurso a los huertos privados y el sistema de ayuda mutua entre familiares y amigos impiden que la miseria se observe en toda su crudeza. Lébed dice que si no hay una revuelta es porque "el pueblo ruso tiene una paciencia de asno". Pero hasta los asnos terminan pegando coces si se superan ciertos límites.
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