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El Papa ataca la moda del fin de semana sin misa dominical, pero acepta el fútbol

Juan Pablo II anima a los españoles a ser generosos con los inmigrantes

El poder mediático de la Iglesia no corre paralelo a su poder de convocatoria. El porcentaje de católicos que respetan la misa dominical disminuye alarmantemente "en ciertas regiones" del mundo. De ahí que el papa Juan Pablo II haya querido recordar el valor trascendental de la misa del domingo con una carta apostólica difundida ayer, en vísperas de las vacaciones papales que se inician hoy. El texto ataca la moda del fin de semana trivializado que desvirtúa la religiosidad del domingo; pero acepta el fútbol como parte del ocio.

Tras sus recientes críticas contra quienes pasan por alto la importancia religiosa del descanso dominical y lo toman como un día laborable más, el Papa se ocupa en esta carta de la moda del "fin de semana", que aleja a los fieles de sus casas, y les priva de la posibilidad de expresar la "alegría en comunidad" que constituía para los primeros cristianos la fiesta semanal del domingo.El cardenal chileno Jorge Arturo Medina, prefecto de la Congregación del Culto Divino, que presentó la carta papal, dejó bien claro ayer que las críticas a todo aquello que impide el descanso dominical excluyen los trabajos obligados para la comunidad (policías, médicos, etcétera) e, incluso, la práctica y el espectáculo del fútbol, por su carácter de "desfogue" que alivia las tensiones de la semana.

La carta apostólica, que lleva por título Dies Domini -El Día del Señor-, responde a una clara preocupación de la Iglesia: la pérdida de influencia en una sociedad cada vez más secularizada y entregada a los goces del consumo. El obispo Piero Marini, maestro de ceremonias del Pontífice, resumió en una sola frase la importancia que reviste el retorno de los fieles a la práctica de la misa dominical: "En la santificación del domingo está en juego el futuro de la Iglesia mucho más que en el éxito del Jubileo del 2000".

La carta de Juan Pablo II, -unas 100 páginas en las que se abordan las motivaciones doctrinales profundas del precepto eclesial-, insiste en el valor esencial para la fe católica del Día del Señor, día en que se conmemora la Resurrección de Cristo. Día cuyo sentido profundo ha sido subvertido, a juicio del Pontífice, por los cambios socioeconómicos operados en la sociedad. Cambios que "a menudo han terminado por modificar profundamente los comportamientos colectivos y por consiguiente la fisonomía del domingo", escribe el Papa. El texto hecho público ayer fue redactado el 31 de mayo pasado sobre la base de la experiencia personal del Pontífice, "en las visitas a las parroquias romanas efectuadas precisamente de manera regular en los domingos de los diversos periodos del año litúrgico".

En pocas ciudades como en Roma aparece tan evidente la contradicción de la Iglesia de hoy. En la capital italiana, están en pie, y a menudo desiertos, las decenas de templos construidos en años de esplendor por una Iglesia que gozó de un enorme poder temporal.

Ni el cardenal Medina, ni los obispos Geraldo Majella y Piero Marini que le acompañaron en la presentación del texto, disponían ayer de datos estadísticos sobre los porcentajes de asistencia a misa de los católicos en el mundo. Pero algunos datos parciales, como los referidos a América Latina, donde vive casi la mitad de los 800 millones de católicos, hablan por sí sólos. Sólo un 6% acude a la cita litúrgica del Día del Señor. Bien es cierto que en América la ausencia de sacerdotes (uno por cada 6.000 feligreses en Chile, uno por cada 11.000 en Brasil) hace mucho más difícil guardar este precepto. Pero en la Europa católica, donde la relación sacerdote-fieles es muy diferente (un cura por cada 1.000 feligreses en Italia) los datos no dan margen al optimismo. En Austria sólo un 17% de los católicos cumple con el precepto dominical, y en Italia un 28% . Y en España, según datos de 1995, el 81% de la población se declara católico, pero sólo un 25% de ella va a misa casi todos los domingos.

El Papa se pregunta en su carta apostólica el porqué de esta situación y encuentra en la consolidada "práctica del fin de semana" uno de los principales enemigos del domingo cristiano. De esta forma -y aunque la concepción moderna del fin de semana responde a la exigencia del descanso y además "a la de hacer fiesta"-, cuando el domingo pierde su significado esencial "no se puede celebrar fiesta alguna".

Juan Pablo II encomienda a los obispos la tarea de volver a llenar las iglesias desiertas, un llamamiento que hizo extensivo ayer a los obipos españoles de las provincias eclesiásticas de Granada, Sevilla y Valencia (que comprenden las comunidades autónomas, de Andalucía, Comunidad Valenciana, Murcia, Baleares y Canarias), que se encuentran en Roma en visita ad limina apostolorum (a los umbrales de los apóstoles). El Papa se refirió a la situación geográfica de España, "umbral de Europa", y a las oleadas de emigrantes que llegan del Norte de África. El Pontífice les recordó que tienen "la responsabilidad de ser también puerta de acogida para otros pueblos y de dar ejemplo de generosidad, sabiendo compartir fraternalmente el pan con quienes llegan en busca de una esperanza".

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