El autogobierno no ha mejorado la competitividad
¿Por qué el Gobierno catalán ha sido más exigente con el traspaso de sus competencias en materia de prisiones que en la gestión aeroportuaria? ¿Cómo es que en muchas pequeñas empresas los empleados están más preparados que los empresarios? Estas dos preguntas son una muestra de algunos de los interrogantes en torno a la competitividad de la economía planteados en las 16 ponencias que componen el documento Fem Catalunya un país de progrés i de qualitat. En ambas preguntas, como en otras muchas aparecidas en los debates de elaboración del documento, la respuesta es coincidente: "La Generalitat está más pendiente de los símbolos que de la realidad económica del país". A iniciativa del Partit dels Socialistes (PSC), en la gestación de este documento han participado 350 analistas, entre académicos y profesionales, y algunos de los más destacados han aportado sus opiniones a cambio de preservar su anonimato. Cataluña es una economía muy abierta, tanto o más que la holandesa. En este sentido cabe destacar que la suma de sus importaciones y exportaciones supone el 120% del PIB entendiendo que la mayor parte del comercio exterior catalán depende del mercado español. Pero en paralelo a este dato es destacable que Cataluña representa el 18,5% del PIB español, tal como destaca el profesor de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona Josep Olivé, en la ponencia Liberalización, competencia y democracia, que preside Rafel Suñol, un emprendedor muy afín al secretario general del PSC, Narcís Serra. Esta ponencia, la más heterodoxa en un conjunto que lleva el sello socialista, destaca los rasgos estadísticos más sobresalientes de la economía catalana y explora la enorme dependencia exterior enumerando los tres ejes que dominan el cambio de modelo producido a partir de 1992: la reducción del peso del consumo público y privado sobre la demanda interna; el aumento espectacular de las exportaciones de bienes y servicios, y el incremento de la inversión productiva. Respecto a este último punto, el estudio señala que la inversión productiva ha pasado del 7,1% en 1993 al 9,1% en 1997. Esta recuperación es cada vez más intensa con una acumulación de casi el 30% desde 1995 hasta ahora. En varias de las ponencias elaboradas a iniciativa del PSC se reitera la pregunta: ¿De qué ha servido la autonomía, si la economía catalana no ha escalado puntos respecto a Madrid? Con igual grado de equivalencia, la respuesta argumenta que los gobernantes han obviado a Cataluña como sujeto económico en transformación. Un cambio de modelo debe comportar no solamente nuevos instrumentos, sino también una forma diferente de abordar los problemas. En este punto, el documento sitúa como ejemplo los instrumentos de competitividad que muy a menudo se han invocado desde el Ejecutivo nacionalista, como el tipo de cambio y la presión fiscal, que a partir de ahora dejan de tener sentido en el marco de la UE. A estas referencias se añaden las oleadas sucesivas de privatizaciones que suponen la práctica desaparición de las empresas públicas en coincidencia con una atmósfera de enorme libertad empresarial y con mayor competencia en sectores económicos desregulados, como el caso actual del sector energético. El actual modelo económico catalán resume en gran medida un nuevo paradigma ante el cual las autoridades políticas se encuentran desconcertadas porque no han sustituido los instrumentos de control tradicionales y deben hacer frente a una demanda cada vez mayor de mecanismos democráticos, especialmente en el mundo de la actividad económica. Esta conclusión preludia lógicamente un modelo alternativo, que en opinión de algunos analistas puede contornear el futuro programa de Pasqual Maragall. Los "cuellos de botella" Una vez configurado el marco general del cambio de modelo económico, los autores de las distintas ponencias definen cuatro grandes campos o cuellos de botella cuya superación permitirá encontrar soluciones a los retos de la competitividad: la educación, la dimensión empresarial, los retos de la internacionalización y la dispersión actual de las infraestructuras. El trabajo destaca que "los 20 años de competencias autonómicas no han aportado en el sector de las infraestructuras elementos diferenciales a la competitividad del país". En los años de gestión nacionalista, las políticas de infraestructuras se han inclinado por el criterio de repartidora más que por el de selección, lo cual ha conducido a la difusión sobre el territorio de actuaciones inconexas. Según el estudio, hay que sustituir "el reequilibrio por la complementariedad".
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