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Reportaje:

La nueva puerta de Asia

Hong Kong apuesta por el futuro con su recién estrenado aeropuerto, una inversión de tres billones de pesetas

En la madrugada de ayer el corazón de Hong Kong basculó de Este a Oeste. Entre el crepúsculo y el alba, el aeropuerto del territorio, hasta ahora en Kai Tak, se mudó del centro de la ciudad a la Isla de Chek Lap Kok, en la mayor operación logística jamás realizada en tiempos de paz: la Operación Traslado Nocturno. Cerca de 40.000 personas se movilizaron para trasladar, en algunas horas y a 35 kilómetros de distancia, un gigantesco convoy de 1.300 camiones y 16 barcos con las piezas indispensables del aeropuerto: Escaleras mecánicas, carritos para el equipaje, tractores, remolques y otras máquinas.Desde ayer los pasajeros con destino a Hong Kong aterrizarán en un imponente aeropuerto. Aunque de momento sólo dispone de una pista de aterrizaje -serán dos al final de año-, tiene capacidad para recibir a 35 millones de viajeros anuales, cifra que pronto aumentará a 80 millones. La luminosa terminal de pasajeros concebida por el arquitecto británico Norman Foster, de 516.000 metros cuadrados de superficie (nueve veces más grande que el antiguo aeropuerto de Kai Tak), podría albergar 10 Boeing 747. La apertura del Chek Lap Kok (CLK), cuya construcción ha costado 20.000 millones de dólares (unos tres billones de pesetas), marca la entrada en una nueva era para Hong Kong.

Dos minutos después de la medianoche del pasado domingo, salió de Kai Tak el último vuelo, Cathay Pacific CX 251 con destino a Londres. A la 1.16 de la madrugada de ayer, el director de Aviación Civil apagó por última vez las luces del viejo aeródromo. Apenas dos horas más tarde todo el equipo había llegado a CLK. A las 6.26 horas de ayer, el primer vuelo -Cathay Pacific CX 889 proveniente de Nueva York- aterrizaba en la pista del nuevo aeropuerto internacional.

Aquellos que un día aterrizaron en el último aeropuerto del mundo situado en el centro de una ciudad, no han olvidado el pavor de los dos minutos previos al aterrizaje, la bajada tan próxima a los tejados de las casas, las avenidas atestadas, el giro de 47 grados hacia la derecha, con el ala dando la sensación de que iba a chocar, justo antes de que el avión tocara tierra y frenara bruscamente sobre la pista de aterrizaje. Y la sensación de que, una vez más, se había producido el milagro.

Pero para cada uno de los habitantes del territorio, inmigrantes en su mayoría, el cierre de Kai Tak, tras 76 años de buenos y fieles servicios, es sobre todo el final de una etapa de la vida marcada por las despedidas. Durante mucho tiempo, fue la única puerta de entrada y salida de Hong Kong. Kai Tak ha sido lugar de reencuentros y separaciones ruidosas de familias afectadas por la trágica historia de China, de partida de los emigrantes hacia Canadá o Australia y, durante la fiesta anual del Año Nuevo chino, punto de regreso a las raíces familiares en el Continente.

En los últimos días decenas de miles de personas han rendido un homenaje final a lo que ha simbolizado Kai Tak. Agrupados sobre los tejados y las aceras hormigueantes de Kowloon City y de Sham Shui Po, sobre el embarcadero del ferry de Kwun Tong, sobre el tejado del aparcamiento del aeropuerto o sobre el paseo de Taikoo Shing, para ver la ascensión vertiginosa de los Boeing 747. En una peregrinación sentimental, han inmortalizado en película las últimas aproximaciones aéreas sobre Kai Tak, han grabado el gruñido infernal de los reactores al descender, han ido a respirar en familia el aire cargado de queroseno de Kowloon City. Han vuelto para recorrer la vieja terminal que cierra sus puertas. Esa gente que, hace un año, recibió la vuelta de Hong Kong a China con una impasibilidad total, no pudo esconder su nostalgia y su emoción al despedir a Kai Tak.

Saben que Chek Lap Kok es otro mundo. Construido sobre una plataforma inmensa ganada al mar a partir de una pequeña isla, el nuevo aeropuerto de CLK es un ejemplo de modernidad y eficacia.

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Aquel que extrañe la llegada al corazón de la ciudad ruidosa y contaminada por Kai Tak, tendrá al menos la alegría de descubrir al salir una terminal aireada, un territorio de alta tecnología, pero también la grandiosa naturaleza de los islotes esparcidos por el mar de China. La larga autopista que lo une con la ciudad cruza puentes espectaculares, en particular el de Tsing Ma, atraviesa el primer puerto de contenedores del mundo, para descubrir por fin el perfil majestuoso de Hong Kong.

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